FUERZAS RECTORAS QUE ENTENDIERON A LA REFORMA
En este período de doscientos años, el
gran acontecimiento que despertó la atención fue la Reforma. Empezó en Alemania
y se esparció por todo el norte de Europa y trajo como resultado el
estable-cimiento de iglesias nacionales que no debían fidelidad a Roma. Notemos
algunas de las fuerzas rectoras que antecedieron a la Reforma y ayudaron
grandemente a su progreso. Una de estas fuerzas fue el notable movimiento
conocido como el Renacimiento o el despertar de Europa a un nuevo interés en la
literatura, el arte y la ciencia; el cambio de los métodos y propósitos
medie-vales a los modernos.
En la Edad Media, el interés de los
estudiantes recayó en la verdad religiosa, con la filosofía relacionada a la
religión. Como vimos, los principales pensadores y escritores fueron hombres de
la iglesia. Pero en este despertamiento surgió un nuevo interés en la
literatura clásica, el griego y el latín, en el arte, separándose pronto de la
religión. Con ese interés vinieron los primeros destellos de la ciencia
moderna. Por lo general, los líderes del movimiento no eran sacerdotes ni
monjes, sino laicos, sobre todo en Italia. Aquí comenzó el Renacimiento, no
como un movimiento religioso, sino literario. Sin embargo, no era abiertamente
antirreligioso, sino más bien escéptico e investigador. La mayoría de los
estudiantes italianos del período fueron hombres faltos de vida religiosa. Aun
los papas de ese tiempo se distinguían más bien por su cultura que por su fe.
Al norte de los Alpes, en Alemania, Inglaterra y Francia, el movimiento era más
religioso. Despertó un nuevo interés en las Escrituras, en el griego y hebreo,
y una investigación de los verdaderos fundamentos de la fe, aparte de los
dogmas de Roma. Por todas partes, tanto al sur como al norte, el Renacimiento
debilitaba a la Iglesia Católica Romana.
La invención de la imprenta vino a ser
un heraldo y un aliado de la reforma venidera. El descubrimiento lo hizo
Gutenberg en Maguncia, el Rín, en 1455. Este consistía en que los libros podían
imprimirse con tipos movibles y distribuirse con facilidad por millares. Antes
de esta invención, se copiaban a mano. Una Biblia en la Edad Media costaba el
salario anual de un obrero. Es significativo que el primer libro que Gutenberg
imprimió fue la Biblia, demostrando así el deseo de esa época. La imprenta puso
a las Escrituras en uso común y condujo a su traducción y circulación en todos
los idiomas europeos. La gente que leía el Nuevo Testamento pronto comprendía
que la iglesia papal estaba muy lejos del ideal del Nuevo Testamento. Y en
cuanto se escribían las nuevas enseñanzas de los reformadores, se publicaban en
libros y folletos que circulaban por millones por toda Europa.
También surgió en Europa el espíritu
nacionalista. Este difería de las luchas medievales entre emperadores y papas
en que era más bien un movimiento popular antes que uno relacionado con reyes.
El patriotismo de los pueblos comenzó a manifestarse en la inconformidad en
cuanto a la autoridad extranjera sobre sus propias iglesias nacionales; en
resistirse a los nombramientos de obispos, abades y dignatarios de la iglesia
que hacía un papa en un país distante; en un deseo de no contribuir del
"óbolo de Pedro" para el sostén del papa y la construcción de
majestuosos templos en Roma; y una determinación de reducir el poder de los
concilios eclesiásticos, poniendo al clero bajo las mismas leyes y cortes con
los laicos. Este espíritu nacionalista fue un gran apoyo al movimiento de
reforma.
Mientras el espíritu de reforma e
independencia despertaba por Europa, la llama estalló en Alemania, en el
electorado de Sajonia, bajo la dirección de Martín Lutero, un monje y profesor
en la Universidad de Wittenberg. Notemos algunos de sus primeros períodos. El
papa reinante, León X, en virtud de que necesitaba grandes sumas de dinero para
terminar el templo de San Pedro en Roma, permitió a un agente llamado Juan
Tetzel, que fuese por Alemania vendiendo certificados, firmados por el papa. Su
objetivo era perdonar todo pecado, no solo de los poseedores del certificado,
sino también de los amigos vivos o muertos en cuyo favor se comprasen, sin la
confesión, el arrepentimiento, la pena o la absolución por un sacerdote. Tetzel
decía a la gente: "Tan pronto como su moneda suene en el cofre, el alma de
sus amigos ascenderá del purgatorio al cielo." Lutero predicaba en contra
de Tetzel y su venta de indulgencias, denunciando abiertamente su enseñanza.
La fecha exacta que los historiadores
fijan como el principio de la gran Reforma es 31 de octubre de 1517. En la
mañana de ese día, Martín Lutero clavó en la puerta de roble de la Catedral de
Wittenberg un pergamino que contenía las noventa y cinco tesis o declaraciones,
casi todas relacionadas con la venta de indulgencias, pero en su aplicación
atacaba la autoridad papal y sacerdotal. Los gobernantes de la iglesia en vano
procuraron restringir y lisonjear a Lutero. Permaneció firme y la tempestad
solo le hizo más resuelto en su oposición a las doctrinas y prácticas no
apoyadas por las Sagradas Escrituras. Después de muchas controversias y la
publicación y distribución de folletos con las opiniones de Lutero por toda
Alemania, sus enseñanzas se condenaron formalmente. De ahí que en junio de 1520
una bula" del papa León X lo excomulgara. Se le ordenó a Federico el
Sabio, Elector de Sajonia, que le entregase a Lutero para juzgarlo y
castigarlo. Sin embargo, en vez de esto, le dio amplia protección pues
simpatizaba con sus ideas. Lutero recibió la excomunión con desafío llamándola
"la bula execrable del anticristo", y ello de diciembre la quemó
públicamente a las puertas de Wittenberg ante una asamblea de profesores de la
universidad, de estudiantes y el pueblo. Con la bula del papa también quemó
copias de los cánones o leyes establecidas por las autoridades romanas. Este
acto constituyó la renuncia final de Lutero a la Iglesia Católica Romana.
En 1521, Lutero fue citado ante la Dieta
o Concilio Supremo de los gobernantes alemanes, reuniéndose en Worms, en el
Rin. El nuevo emperador, Carlos V, le prometió un salvo conducto y Lutero fue a
la asamblea. Aunque sus amigos lo amonestaron, pues podría encontrar la misma
suerte de Juan Hus en circunstancias parecidas en el Concilio de Constanza, en
1415. Lutero dijo: "Iré a Worms aunque me acechen tantos demonios como
tejas hay en los tejados." El 17 de abril de 1521 Lutero estaba ante la
Dieta, presidida por el emperador. En respuesta a la pregunta de si quería
retractarse de las declaraciones de sus libros, después de considerarlo
respondió que no podía retractarse de nada excepto de lo que desaprobara la
Escritura o la razón, terminando con las palabras: Aquí estoy. No puedo hacer
otra cosa. Que Dios me ayude. Amén." Al emperador Carlos V lo instan para
que prendiese a Lutero, ofreciendo como razón que la fe no podía guardarse con
los herejes, pero le permitió salir de Worms en paz.
Mientras Lutero viajaba de regreso a su
hogar, de pronto los soldados de Federico el Elector lo apresaron y llevaron
para su seguridad al castillo de Wartburg en Turingia. Permaneció allí
disfrazado cerca de un año, mientras que tempestades de guerra y revuelta
rugían en el imperio. Pero no estuvo ocioso pues durante su retiro tradujo el
Nuevo Testamento al alemán, obra que por sí sola lo hubiera inmortalizado
porque su versión se considera el fundamento del idioma alemán escrito. Esto
fue en 1521. Varios años después se terminó el Antiguo Testamento. Al regresar
del Wartburg a Wittenberg, reasumió la dirección del movimiento en favor de una
Iglesia Reformada, exactamente a tiempo para salvarle de sus excesos
extravagantes. La división de los estados alemanes en las ramas reformadas y
ro-manas fue entre el norte y el sur. Los príncipes meridionales dirigidos por
Austria, se adhirieron a Roma, mientras que los del norte eran en su mayoría
seguidores de Lutero.
En 1529, se celebró una Dieta en Espira
con la vana esperanza de reconciliar las dos partes. En esta dieta los
gobernantes católicos eran mayoría y condenaron las doctrinas de Lutero. Los
príncipes prohibieron toda enseñanza del luteranismo en los estados donde no
había llegado a dominar. En los estados que ya eran luteranos se requirió que a
los católicos se les permitiese ejercer libremente su religión. A esta
desequilibrada ley los príncipes luteranos hicieron una protesta formal y desde
ese tiempo se les conoció como protestantes y sus doctrinas como la religión
protestante.
LA REFORMA EN OTROS PAÍSES
Mientras la Reforma estaba en sus épocas
primitivas en Alemania, el mismo espíritu brotó en muchos países de Europa. En
el sur, como Italia y España, abatieron despiadadamente la Reforma. En Francia
y los Países Bajos la causa de la Reforma pendía en la balanza de la duda. Sin
embargo, en medio de las naciones del norte la nueva religión era victoriosa
sobre toda oposición y dominaba los países.
La Reforma en Suiza se levantó
independiente de la de Alemania, aunque simultánea con ella, bajo la dirección
de Ulrico Zwinglio que en 1517 atacó "la remisión de pecados"
mediante peregrinaciones a un altar de la Virgen de Einsieldn y en 1522 rompió
de manera definitiva con Roma. La Reforma se organizó formalmente en Zurich y
pronto llegó a ser más radical que en Alemania. Sin embargo, una guerra civil
entre cantores católico-romanos y protestantes, en la cual murió Zwinglio
(1531), estorbó su progreso. Sin embargo, la Reforma siguió adelante y más
tarde su líder llegó a ser Juan Calvino, el teólogo más grande de la iglesia
después de Agustín.
Las Instituciones de la religión
cristiana, publicadas en 1536 cuando Calvino solo tenía veintisiete años, se
convirtieron en las normas de la doctrina protestante. El reino escandinavo que
comprendía en ese tiempo a Dinamarca, Suecia y Noruega bajo un mismo gobierno,
recibió pronto las enseñanzas de Lutero favorecidas por el rey Cristián II. Por
un tiempo, la lucha política y la guerra civil estorbaron el progreso de la
Reforma, pero al final los tres países aceptaron las ideas luteranas. En
Francia, la Iglesia Católica Romana poseía más libertad que en el resto de
Europa. De ahí que hubiera menos demanda de independencia eclesiástica de Roma.
Sin embargo, un movimiento religioso se levantó entre el pueblo francés, aun
antes que en Alemania, porque en 1512 Jacobo Lefevre escribió y predicó la
doctrina de la "justificación por la fe". De la corte y del pueblo
surgieron dos partidos. Los reyes que ascendieron, aunque católico-romanos
nominales, se ponían indistintamente de parte de uno y otro partido. No
obstante, el protestantismo recibió casi un golpe mortal en la terrible matanza
del Día de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572, cuando asesinaron vilmente a
casi todos sus líderes e incontables millares de sus adeptos.
La fe reformada vivió frente a una
terrible persecución y una minoría del pueblo francés ha sido protestante.
Aunque pequeño en número, el protestantismo francés ha ejercido gran
influencia. Los Países Bajos, comprendiendo lo que ahora son los reinos de
Holanda y Bélgica, estuvieron al principio del período de la Reforma bajo el
dominio de España. Pronto recibieron las enseñanzas reformadas, pero los
regentes españoles los persiguieron con severidad. En los Países Bajos la
reforma era una demanda de libertad política y religiosa, y la tiranía de
España condujo al pueblo a sublevarse. Después de una larga guerra y un
increíble sufrimiento, los Países Bajos, bajo la dirección de Guillermo el
Taciturno, al fin obtuvieron su independencia de España, aunque no se reconoció
hasta 1609, veinticinco años después de la muerte de Guillermo. Al norte,
Holanda llegó a ser protestante, pero Bélgica mantuvo su mayoría católica
romana.
El movimiento de Reforma en Inglaterra
pasó por varias épocas de progreso y retroceso, por sus relaciones políticas,
por las diferentes actitudes de los soberanos que se sucedían y por el espíritu
conservador de la naturaleza inglesa. Empezó en el reino de Enrique VIII con un
grupo de jóvenes estudiantes de la literatura clásica y la Biblia. Algunos de
ellos, como Sir Tomás Moro, se detuvieron en su progreso y permanecieron
católicos, mientras que otros prosiguieron con valor la fe protestante. Uno de
los líderes de la Reforma inglesa fue Guillermo Tyndale, quien tradujo el Nuevo
Testamento a la lengua madre, la primera versión en inglés después de la
invención de la imprenta. Esta, más que cualquiera otra, ha modelado todas las
traducciones desde entonces. En 1536, Tyndale sufrió el martirio en Amberes.
Otro líder fue Tomás Cranmer, arzobispo
de Canterbury. Después de ayudar a hacer protestante a Inglaterra, se retractó
bajo la romanista reina María Tudor, con la esperanza de salvar su vida. Sin
embargo, cuando lo condenaron a morir quemado, revocó su retractación. De
Enrique VIII, la Reforma recibió ayuda y también estorbo. Este se separó de
Roma porque el papa no quería aprobar su divorcio de la reina Catalina de
Aragón, hermana del emperador Carlos V. Estableció una Iglesia Anglicana, con
él mismo como jefe, y mató tanto a romanistas como a protestantes que diferían
de sus ideas. Bajo Eduardo VI, solo un joven que reinó poco tiempo, la causa de
la Reforma progresó mucho. Dirigida por Cranmer y otros, se estableció la
Iglesia de Inglaterra, y el Libro de Oración Común compiló su rica y rítmica
forma de lenguaje. La reina María Tudor, quien sucedió a Eduardo VI, era una
fanática romanista y emprendió la tarea de llevar otra vez a sus súbditos a la
iglesia antigua mediante la persecución. Reinó solamente cinco años, pero en
ese tiempo más de trescientos protestantes sufrieron martirio. Con el ascenso
de Isabel I, la más apta de todos los soberanos de Inglaterra, las prisiones se
abrieron, los exilios se revocaron, la Biblia se honró de nuevo en el púlpito y
en el hogar, y durante su largo reinado, que se le ha dado el nombre de
"la época de Isabel", la época más gloriosa de la historia inglesa,
la Iglesia de Inglaterra se estableció de nuevo y tomó la forma en que ha
continuado hasta hoy.
Al principio la Reforma tuvo un progreso
muy lento en Escocia, donde la iglesia y el estado los gobernaban la férrea
mano del cardenal Beaton y la reina regenta, María de Guise, madre de la reina
María de Escocia. Al cardenal lo asesinaron, la reina regenta murió y pronto
Juan Knox, en 1559, asumió la dirección del movimiento reformador. Mediante sus
ideas radicales e inflexibles, su firme determinación e irresistible energía,
aun en contra del ingenio y la atracción de su romanista soberana, reina María
de los escoceses, pudo barrer todo vestigio de la antigua religión y llevar la
Reforma mucho más adelante que la de Inglaterra. La Iglesia Presbiteriana,
según planeó Juan Knox, llegó a ser la iglesia oficial de Escocia.
LOS PRINCIPIOS DE LA
RELIGIÓN REFORMADA
A principios del siglo dieciséis, la
única iglesia en Europa occidental era la Iglesia Católica Romana,
evidentemente segura de la lealtad de todo reino. Antes de finalizar ese siglo,
cada país del norte de Europa al oeste de Rusia se había separado de Roma y
había establecido su propia iglesia nacional. Aunque en los países del norte de
Europa había diferencias en doctrinas y organización debido a la Reforma, sin embargo,
no es difícil encontrar la plataforma común de todas las iglesias protestantes.
Los principios de la Reforma pueden considerarse cinco.
El primer gran principio es que la
verdadera religión se funda en las Escrituras. Los católico-romanos habían sustituido
la autoridad de la Biblia con la autoridad de la iglesia. Enseñaban que la
iglesia era infalible y que la autoridad de la Biblia se debía a que la iglesia
la autorizaba. Prohibían las Escrituras a los laicos y se oponían decididamente
a toda traducción que se hiciera en el lenguaje usado por el pueblo común. Los
reformadores declaraban que la Biblia contenía las reglas de la fe y práctica,
y que no debía aceptarse ninguna doctrina a menos que la Biblia la enseñase. La
Reforma trajo de nuevo la Biblia perdida al pueblo y colocó sus enseñanzas
sobre el trono de la autoridad. Es por medio de los reformadores, y sobre todo
en los países protestantes, que la Biblia ahora circula por millones de copias
todos los años.
Otro principio establecido por la Reforma
fue que la religión debía ser racional e inteligente. El romanismo había
introducido doctrinas irracionales en el credo de la iglesia, como la
transubstanciación; pretensiones absurdas como las indulgencias papales en su
disciplina; costumbres supersticiosas como la adoración de imágenes en su
ritual. Los reformadores, aunque subordinando debidamente la razón a la
revelación, reconocían la primera como un don divino y demandaron un credo, una
disciplina y una adoración que no violase la naturaleza racional del hombre.
Una tercera gran verdad a la que se le
dio énfasis en la Reforma fue la de la religión personal. Bajo el sistema
romano existía una puerta cerrada entre el adorador y Dios, y para esa puerta
el sacerdote tenía la única llave. El pecador arrepentido no confesaba sus
pecados a Dios, sino al sacerdote. No obtenía perdón de Dios, sino del
sacerdote, quien únicamente podía pronunciar la absolución. El adorador no
oraba a Dios el Padre por medio de Cristo el Hijo, sino por medio de un santo patrón
que se suponía intercedía por él ante un Dios demasiado elevado para que un
hombre se allegase a él en esta vida terrena. En efecto, se consideraba a Dios
como un ser poco amigable que debía aplacarse y apaciguarse mediante la vida
ascética de mujeres y hombres santos, cuyas oraciones eran las únicas que
podían salvar a los hombres de la ira de Dios. Los de mentes piadosas no podían
ir a la Biblia en busca de dirección, sino tenían que recibir sus enseñanzas
indirectamente según las interpretaban los concilios y cánones de la iglesia.
Los reformadores acabaron con todas esas barreras. Dirigían al adorador hacia
Dios como el objeto directo de oración, el dador in-mediato del perdón y
gracia. Llevaban a cada alma a la presencia de Dios y a la comunión con Cristo.
Los reformadores también insistían en
una religión espiritual, diferente a una religión formalista. Los católico-romanos
habían sobrecargado la sencillez del evangelio con múltiples formas y
ceremonias que oscurecían por completo su vida y espíritu. La religión
consistía en servicios externos rendidos bajo la dirección sacerdotal y no en
la actitud del corazón hacia Dios. Sin duda, hubo muchas personas sinceras y
espirituales en la Iglesia Católica Romana, hombres como Bernardo de Claraval,
Francisco de Asís y Tomás de Kempis que vivían en íntima comunión con Dios.
Pero en la iglesia en general, la religión era de letra y no de espíritu. Los
reformadores enfatizaban más las características internas de la religión, que
las externas. Pusieron de manifiesto la antigua doctrina como una experiencia
vital, "la salvación por la fe en Cristo y únicamente por la fe".
Proclamaron que la justificación no es por formas y observancias externas, sino
por la vida interna, "la vida de Dios en el alma de los hombres".
El último de estos principios en la obra
práctica de la Reforma fue el de una iglesia nacional, diferente a una mundial.
El propósito del papado y del sacerdocio fue subordinar el estado a la iglesia,
y hacer que el papa ejerciera autoridad suprema sobre todas las naciones.
Dondequiera que el protestantismo triunfaba surgía una iglesia nacional,
gobernada por sí misma e independiente de Roma. Estas iglesias nacionales
asumían diferentes formas: episcopal en Inglaterra, presbiteriana en Escocia,
algo mixtas en los países del norte.
LA CONTRARREFORMA
No mucho después que empezó la Reforma,
la Iglesia Católica Romana realizó un poderoso esfuerzo a fin de recuperar el
terreno perdido en Europa, destruir la fe protestante y promover las misiones
católico-romanas en países extranjeros. A este movimiento se le llama la
Contrarreforma. La reforma dentro de la iglesia se intentó hacer mediante el
Concilio de Trento, convocado en 1545 por el papa Pablo III. Su principal
objetivo fue investigar y poner fin a los abusos que propiciaron el surgimiento
de la Reforma. El Concilio se reunió en diferentes tiempos y en más de un
lugar, aunque por lo general se reunía en Trento, Austria, a ciento veintidós
kilómetros al noroeste de Venecia. Se componía de todos los obispos y abades de
Venecia. Duró casi veinte años, a través de los reinados de cuatro papas, de
1545 a 1563. Se tenía la esperanza que la separación entre católicos y
protestantes se pudiera arreglar y la iglesia volviera a unirse, pero esto no
pudo efectuarse. A la larga, se hicieron muchas reformas y se establecieron
definitivamente las doctrinas de la iglesia. Incluso los protestantes admiten
que los papas después del Concilio de Trento fueron mejores que muchos de los
que gobernaron antes. El resultado del concilio puede considerarse como una
reforma conservadora dentro de la Iglesia Católica Romana. Una influencia muy
poderosa en la Contrarreforma fue la Orden de los Jesuitas, que en 1534
estableció un español, Ignacio de Loyola.
Esta era una orden monástica caracterizada
por la combinación de la más estricta disciplina, intensa lealtad a la iglesia
y a la orden, profunda devoción religiosa y un marcado esfuerzo para hacer
prosélitos. Su propósito principal era combatir el movimiento protestante con
métodos públicos y secretos. Llegó a ser tan poderosa, que se acarreó la
oposición más severa aun en los países católico-romanos. Se suprimió en casi
todos los estados de Europa y, por decreto del papa Clemente XIV (1773), se
prohibió en toda la iglesia. Sin embargo, por un tiempo continuó en secreto,
después abiertamente y al final los papas la reconocieron de nuevo. Ahora es
una de las fuerzas más potentes en esparcir y fortalecer la Iglesia Católica
Romana por todo el mundo. La persecución activa fue otra arma empleada para
apagar el creciente espíritu de reforma. Es cierto que los protestantes también
persiguieron, incluso hasta muerte, pero generalmente su motivo era más
político que religioso. En Inglaterra, la mayoría de los que murieron fueron
católicos que conspiraron contra la reina Isabel. Mientras que en el continente
cada gobierno católico-romano procuraba extirpar la fe protestante mediante la
espada. En España, se estableció la Inquisición y se torturaron y quemaron un
sinnúmero de personas. En los Países Bajos, los gobernantes españoles se
propusieron dar muerte a todos los sospechosos de herejías.
En Francia (en 1572), el espíritu de
persecución llegó a su apogeo con la matanza del Día de San Bartolomé, que se
prolongó por varias semanas después. Según cálculos, se cree que perecieron de
veinte mil a cien mil personas. Estas persecuciones en los países en que el
protestantismo no dominaba en el gobierno, no solo retardaron la marcha de la
Reforma, sino que en algunos de ellos, sobre todo en Bohemia y España, la
aplastaron. Los esfuerzos misioneros de la Iglesia Católica Romana deben
reconocerse como una de las fuerzas de la Contrarreforma. En su mayor parte,
estos esfuerzos los dirigían los jesuitas. Trajo como resultado la conversión
de todas las razas nativas de América del Sur, México y gran parte del Canadá.
Asimismo, en el establecimiento de grandes misiones en la India y los países
circunvecinos por San Francisco Javier, uno de los fundadores de la orden
jesuita. Las misiones católico-romanas en los países paganos empezaron siglos
antes que las misiones protestantes y han aumentado grandemente el número y
poder de dicha iglesia.
En 1618, un siglo después de iniciada la
Reforma y como resultado inevitable de intereses y propósitos opuestos de los
estados reformados y católicos de Alemania, comenzó una guerra que a la larga
enroló a casi todas las naciones europeas. En la historia se le conoce como la
Guerra de los Treinta Años. Rivalidades políticas y religiosas se vieron
involucradas y estados de la misma fe a veces estaban en bandos contrarios. La
lucha siguió por casi una generación y toda Alemania sufrió en forma
inconcebible. Al final, en 1648, la gran guerra terminó con la paz de
Westfalia, que fijó los linderos de los estados católico-romanos y protestantes
de la manera que han continuado hasta hoy. De modo que puede considerarse que
el final del período de la Reforma ocurrió en este momento.
LIDERES DEL PERIODO
En una época tan importante,
comprendiendo tantos países y repleta de tan grandes resultados, necesariamente
hubo muchos líderes, tanto del lado reformado como del católico-romano. Solo
podemos citar unos cuantos en nuestro breve relato del movimiento. Desiderio
Erasmo nació en Rotterdam, Holanda, en 1466. Fue uno de los eruditos más grandes
del período del Renacimiento y de la Reforma. Lo educaron y ordenaron en un
monasterio, pero en 1492 abandonó el sacerdocio y se dedicó a la literatura. En
diferentes épocas vivió en París, Inglaterra, Suiza e Italia, pero por lo
general su hogar estuvo en Basilea, Suiza. Ya antes de comenzar la Reforma era
un crítico inflexible de la Iglesia Católica Romana. Esto se ve en muchas de
sus obras, de ellas la que más circuló fue Elogio de la Locura. Su mayor y más
valiosa obra fue su edición del Nuevo Testamento en griego en una traducción
latina. A pesar de que Erasmo hizo tanto como cualquier hombre de su época en
la preparación para la Reforma, nunca se unió al movimiento. Por fuera, siguió
siendo católico y criticó a los reformadores con tanta agudeza como lo hizo con
la iglesia antigua. Murió en 1536.
Es indiscutible que la figura principal
del período fue MARTÍN
LUTERO, "el fundador de
la civilización protestante". Nació en Eisleben, en 1483, hijo de un
minero, quien con gran esfuerzo le envió a la Universidad de Erfurt. Lutero
aspiraba ser abogado, pero de repente escuchó el llamamiento para la carrera de
monje y entró al monasterio agustino. Lo ordenaron al sacerdocio y pronto llamó
la atención por su habilidad. En 1511, lo enviaron a Roma y regresó desencantado
por lo que allí vio de mundanalidad y maldad en la iglesia. En ese mismo año,
empezó su carrera de reformador atacando la venta de "indulgencias",
o de perdón de pecados, y como ya vimos, clavó sus tesis en la puerta de
Wittenberg. Cuando lo excomulgaron, citaron a Roma y el papa León X lo condenó
en su ausencia, quemó la bula o decreto papal en 1520. El 18 de abril de 1521
dio su célebre respuesta en la Dieta de Worms. Cuando iba de regreso a su hogar
y debido a que corría el peligro de que sus enemigos lo asesinaran, sus amigos
lo capturaron y escondieron en el castillo de Wartburg por casi un año. Aquí se
dio a la tarea de traducir el Nuevo Testamento al alemán. Al regresar a
Wittenberg, volvió a asumir la dirección de la Reforma. En 1529 se hizo un
esfuerzo para unir a los seguidores de Lutero y de Zwinglio, pero sin éxito
alguno debido al espíritu firme e inflexible de Lutero. Fue autor de muchos
escritos que circularon en toda Alemania, pero el más influyente de todos fue
su incomparable traducción de la Biblia. Murió mientras visitaba el lugar de su
nacimiento, Eisleben, el 18 de febrero de 1546, a los sesenta y tres años de
edad.
JUAN CALVINO, el teólogo más grande del cristianismo
desde San Agustín, obispo de Hipona, nació en Noyon, Francia, el 10 de julio de
1509 y murió en Ginebra, Suiza, el 27 de mayo de 1564. Estudió en París,
Orleans y Bourges. En 1528 abrazó las enseñanzas de la Reforma y lo desterraron
a París. En 1536 publicó en Basilea sus Instituciones
de la religión cristiana, que llegaron a ser la base de la doctrina de las iglesias
protestantes, excepto la luterana. En 1536 huyó a Ginebra, donde vivió, con la
interrupción de unos cuantos años de destierro, hasta su muerte. Su academia
protestante, que fundó con Teodoro Beza y otros reformadores, llegó a ser uno
de los principales centros del protestantismo en Europa. Las teologías
calvinista y luterana poseen características racionales y radicales que han
inspirado a los movimientos liberales de los tiempos modernos, tanto en el
estado como en la iglesia, y han contribuido poderosamente al progreso de la
democracia en todo el mundo.
TOMÁS CRANMER puede considerarse el líder de la
Reforma inglesa por su posición como el primer protestante a la cabeza de la
iglesia.
Cuando era joven, le agradó al rey
Enrique VIII porque sugirió que se apelara a las universidades de Europa sobre
la cuestión del divorcio del rey británico. Prestó servicios a Enrique VIII en
varias embajadas y lo nombraron arzobispo de Canterbury. Aunque progresista en
sus ideas, era también tímido y flexible, ejerciendo su influencia para medidas
moderadas de reforma en la iglesia, en vez de radicales. Durante la menoría del
rey Eduardo VI fue uno de los regentes y pudo adelantar la causa del
protestantismo. El servicio mayor de Cranmer fue haber sido uno de los
compositores del Libro de Oración Común y escritor de casi todos los artículos
de religión. Con el ascenso de la reina María, lo depusieron de su arzobispado
y lo encarcelaron. Bajo el peso del sufrimiento se retractó de sus opiniones
protestantes con la esperanza de salvar su vida, pero lo condenaron a morir en
la hoguera. Antes de su martirio, en 1556, renunció a su retractación y murió
valientemente, extendiendo en el fuego su mano derecha con la cual había
firmado su retractación, para que fuese la primera en arder.
JUAN KNOX fue el fundador de la Iglesia Escocesa y
bien se le ha llamado "el padre de Escocia". Nació en 1505 o cerca de
ese año en la Baja Escocia. Recibió su educación y ordenación para el sacerdocio
en la Universidad de San Andrés, pero en lugar de entrar al pastorado ejerció
como maestro. No fue sino hasta que tenía cuarenta y dos años de edad,
alrededor de 1547, cuando abrazó la causa de la Reforma. Los aliados franceses
de la reina regente lo apresaron junto a otros reformadores y lo enviaron a
Francia, donde sirvió en las galeras. Sin embargo, le dieron la libertad y pasó
algunos años desterrados en Inglaterra bajo el rey Eduardo VI y, después del
ascenso de la reina María, en Europa continental. En Ginebra conoció a Juan
Calvino y adoptó sus ideas, tanto en doctrina como en gobierno de la iglesia.
En 1559 volvió a Escocia e de inmediato se convirtió en el líder, casi el
gobernante absoluto, de la Reforma en su país. Logró que la fe y orden
presbiterianas alcanzaran importancia suprema en Escocia y dirigió una reforma
más radical que en ningún otro país de Europa. Murió en 1572. Mientras su
cuerpo descendía a la tumba, Morton, el regente de Escocia, lo señaló diciendo:
"¡Aquí yace un hombre que nunca tuvo temor!"
Entre los grandes hombres de este
período, al menos deben citarse dos de los más eminentes en el lado católico-romano.
Uno de ellos fue IGNACIO DE LOYOLA, español, quien nació en 1491 ó 1495 de
una familia noble, en el Castillo de Loyola, de donde tomó su nombre. Hasta los
veintiséis años de edad fue un soldado valiente, aunque disoluto; pero después
de una grave herida y de una larga enfermedad, se dedicó al servicio de la
iglesia. En 1534 fundó la Sociedad de Jesús, más conocida como los Jesuitas, la
institución más poderosa de los tiempos modernos para la promoción de la
Iglesia Católica Romana. Sus obras fueron muy pocas. Entre ellas está la Constitución
de la Orden, que prácticamente no se ha alterado hasta la actualidad, y sus cartas
y Ejercicios espirituales, una obra que a pesar de ser pequeña ha ejercido gran
influencia no solo entre los jesuitas, sino también en todas las órdenes
religiosas católicas. Ignacio de Loyola debe reconocerse como una de las
personalidades más notables e influyentes del siglo dieciséis. Murió en Roma el
31 de julio de 1556 y lo canonizaron en 1622.
SAN FRANCISCO JAVIER nació en 1506 en la sección española de
Navarra, en ese tiempo un reino independiente en ambos lados de los Pirineos.
Fue uno de los primeros miembros de la Sociedad de Jesús, y tomó como su obra
el departamento de misiones extranjeras, de lo cual llegó a ser el fundador moderno.
Estableció la fe católico-romana en la India, en la isla de Ceilán, Japón y
otros países del Lejano Oriente. Comenzaba su trabajo en la China cuando murió
de repente de una fiebre, en 1552, a los cuarenta y seis años de edad. Durante
su corta vida efectuó la conversión de millares de paganos; y siguió después de
su muerte. Como resultado de sus planes y labores los católico-romanos en el
Oriente ahora constituyen muchos millones. En toda su vida Javier demostró un
espíritu manso, tolerante y generoso, que ha hecho su memoria querida tanto
para protestantes como para católicos.