CAPÍTULO OCTAVO: LA REFORMA EN ITALIA.

EL EVANGELIO EN VENECIA

La República de Venecia fue una de las primeras regiones de Italia donde se dejaron sentir los efectos de la Reforma que se extendía por Europa. Siendo un punto al cual llegaban naves extranjeras de todas partes, pudieron ser introducidas, con relativa facilidad, las obras de los reformadores alemanes y franceses. En Venecia, en Trevino, en Vicenza y otros puntos, muchos abrazaron la fe y llegaron a formarse congregaciones que secretamente celebraban sus cultos en conformidad con las enseñanzas del Nuevo Testamento. La congregación de la capital era pastoreada por Baltasar Altieri, un hombre de influencia y que debido a su carácter de hombre civil lograba alejar las sospechas que recaían sobre los que militaban en las esferas eclesiásticas o eran miembros de las órdenes religiosas.
Estas congregaciones no tardaron en ser descubiertas y ser sus componentes sometidos a duras pruebas. Respecto a esto escribía Altieri a Bullinger: "La persecución se hace cada día más insolente. La mayoría de los nuestros son arrestados y de éstos, muchos son condenados a galeras y otros a prisión perpetua y no pocos ¡ay! por temor al castigo caen en apostasía; son aquellos en quienes Cristo no está aún formado. Muchos van al destierro con sus esposas e hijos. Entre éstos está un obispo llamado Vergerio, hombre muy piadoso y docto. Huirá hacia vosotros, acogedlo con vuestra conocida humanidad. Temo que a mí, que a menudo tuve que socorrerlos, me toque algo parecido. Dios quiere con estas tentaciones probar la fe de los suyos".
En efecto, poco tiempo después Altieri tuvo que abandonar la ciudad para andar errante por el mundo. Desde Brescia escribía: "Estoy todavía escondido con mi esposa e hijo, pero puedo salir de vez en cuando. Hasta ahora no se ha hecho ni notificado nada en contra mío. Estoy firme en la fe llevando la vida del peregrino en medio de esta Babilonia”.
En octubre de 1550 Bullinger recibía este mensaje: "Baltasar Altieri durmió en el Señor el mes de agosto próximo pasado".
En los archivos inquisitoriales de Venecia se han encontrado documentos de más de ochocientos procesos por luteranismo y más de cien por anabaptismo, lo que demuestra que los partidarios de la Reforma llegaron a ser numerosos.
Mencionemos ahora algunos de los mártires de esta región italiana.
Jerónimo Calateo. Este mártir conoció la verdad en el convento franciscano y se puso a predicarla con valor y resolución. La Inquisición lo prendió, pero poco tiempo después fue puesto en libertad. Reapareció en los pulpitos con el mismo ánimo y la misma doctrina que antes, lo que enfureció al inquisidor Caraffa y volvió a echarle mano. Hacía siete años que estaba encarcelado cuando un noble de nombre Paulucci consiguió que el Senado le permitiese tenerlo en su casa bajo su garantía. Permaneció tres años disfrutando de la hospitalidad y cuidado de este hombre y aprovechó ese tiempo para escribir su confesión de fe que remitió al Senado. Este precioso documento, tan lleno de pura doctrina bíblica, sirvió de base al nuevo proceso que se le formó.
Sus enemigos consiguieron hacerlo encerrar otra vez en la cárcel, y en ella murió con maravillosa constancia y fervor de espíritu el 7 de enero de 1541".
Bartolomé Fondo. Era también franciscano, y en el convento a donde había penetrado el Evangelio estudió las Sagradas Escrituras que le alejaron de la enseñanza y doctrina del romanismo. Fue sospechado de herejía desde que se puso a predicar en 1529. Cayó en poder de la Inquisición y en vano el famoso jesuita Salmerón trató de arrancarle una retractación. Llevado ante los jueces le preguntaron si quería hacer un acto de abjuración y como empezara a dar razón de su fe. Le obligaron a guardar silencio exigiéndole que contestara con un sí o un no. Entonces Foncio tornando la pluma escribió con letras mayúsculas NO.
Si es así dijeron los jueces que sea llegado a la muerte.
El 4 de agosto de 1562, con una piedra al cuello, como decía la sentencia, fue arrojado al mar.
Baldo Lupetino. Fue acusado de predicar contra las indulgencias y las misas, diciendo que Cristo al redimirnos con su sangre las había hecho superfluas. Estuvo encerrado veinte largos años en la cárcel y en las muchas veces que tuvo que comparecer ante los jueces mostró una gran firmeza cristiana así como mucho conocimiento de la Biblia.
En la prisión logró llevar a muchos presos al conocimiento de la verdad, lo que dio motivo a que se le formasen nuevos procesos y se le aplicasen nuevos castigos. Fue al fin condenado a morir "sumergido en el mar, oculta y secretamente, sin ruido y sin estrépito".

EL OBISPO VERGERIO

El obispo de Capodistria, Pedro Pablo Vergerio, evolucionando lentamente, llegó a convertirse en uno de los más fuertes opositores del papismo y fiel ministro del Evangelio.
Después de terminar sus estudios literarios contrajo enlace con una joven veneciana de familia patricia, pero habiendo enviudado, siguiendo los consejos de sus hermanos, uno de ellos obispo de Pola y otro secretario del papa Clemente VII, resolvió dedicarse a la carrera eclesiástica.
Fue nombrado nuncio ante Fernando, rey de los romanos, y en este tiempo escribía alarmado al Senado de Venecia contra la Reforma Luterana, anunciando que se estaban haciendo trabajos para "difundir este veneno de herejía también en Italia".
Cuando regresó a su país era todavía laico y le fue ofrecido un obispado, y esos señores que prometían un concilio para corregir todos los abusos, le confirieron en unas cuantas horas todas las órdenes sagradas para que pudiera ceñirse la mitra episcopal.
En Francia conoció a Margarita de Orleáns y en Nápoles a Victoria Colonna y a otras personas pertenecientes a la escuela de Juan Valdés, y desde entonces la religión empezó a ser para él no ya un asunto de diplomacia e intereses políticos sino un esfuerzo del alma para llegar a Dios y a la salvación.
La continua y asidua lectura de la Biblia y de los libros de los reformadores le alumbraron respecto a la justificación del pecador por la fe en Cristo y así tambaleó el edifico del papismo que le había servido de refugio.
Se hizo sospechoso a la inquisición y no estando todavía convencido de algunas de las doctrinas protestantes, creyó que el mejor medio para justificarse era escribir algo en contra de las mismas. "Me puse a escribir dice usando mucha diligencia y ansiedad y he aquí que escribiendo y pensando atentamente en los textos de la Escritura alegados por los adversarios de los papas, sentí que poco a poco se me abría el corazón y el sentimiento, y después de no mucho tiempo me sentí persuadido en todos los artículos y me di cuenta de que yo me había puesto a combatir la verdad".
En estos sentimientos le acompañaba su hermano Juan, obispo de Pola, que según Cipriano de Valera "fue envenenado junto con otros" porque gustaron cuan dulce y bueno fuese Cristo y cuan amargo y malo el Anticristo".
Aunque Vergerio favorecía la propagación del Evangelio en su diócesis no se había declarado abiertamente protestante, pero un hecho muy trágico y extraordinario vino a decidirle a romper definitivamente sus vínculos con Roma. Se trata de lo siguiente: Francisco Spiera, ciudadano de Citíadella, quien después de haber profesado la fe evangélica y ser instrumento de la conversión de otros, por cobardía la renegó volviendo al seno del romanismo. Después de cometer esta acción sintió tan terribles remordimientos de conciencia que cayó en una profunda angustia y desesperación; creía haber cometido el pecado contra el Espíritu Santo y se creía condenado en vida sin esperanza de ser perdonado. Muchos amigos le visitaron para consolarlo y lograr su restauración espiritual pero todos salían de su presencia confundidos porque Spiera no salía nunca de su miserable estado. Vergerio lo visitó varias veces y escribió la historia de este caso triste y conmovedor. Al ver las terribles consecuencias de la apostasía temió que a él le pudiese ocurrir algo semejante, porque al mantener en oculto la creencia que tenía, estaba también traicionando al Señor. Resolvió entonces manifestar su fe resueltamente y sin atemorizarse de las consecuencias. Así lo hizo y pronto la tempestad se desencadenó contra él.
El primero de mayo de 1549 salió de su querida Italia para nunca más volver. Se estableció en Suiza y trabajó mucho en el país de los grisones donde el Evangelio fue abrazado por poblaciones enteras. Predicaba enérgicamente contra el culto de las imágenes demostrando que era una grosera idolatría que Dios condena.
Vergerio fue un gran vulgarizador de ideas y doctrinas sirviéndose para esta obra de los pequeños tratados que escribía para lo cual tenía dones muy especiales. Los temas más graves y difíciles los ponía al alcance de toda clase de lectores. Se le puede considerar el primer escritor de tratados y el más popular de todos los que hubo en los días de la Reforma, sobrepujando en esto al mismo Lutero.
En los últimos años de su vida se estableció en Tubinga, donde se dedicó a la enseñanza universitaria, patrocinado por el duque de Wurtemberg. Murió como fiel combatiente blandiendo hasta el fin de sus días la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, el 4 de octubre de 1565. Cuando los jesuitas, en 1635, se apoderaron de la, ciudad, destruyeron su sepulcro el cual fue restaurado en 1672.

ANABAPTISTAS ITALIANOS

Los anabaptistas que intrépidos y vigorosos aparecieron en el siglo XVI en todos los países donde había, surgido la reforma, contaron también en Italia con adeptos muy activos los cuales llegaron a ser numerosos a juzgar por la gran cantidad de procesos que se les formaron y cuyos documentos se hallan en los archivos inquisitoriales.
Infelizmente prevaleció entre ellos la tendencia antitrinitaria opuesta a la creencia de la divinidad de Cristo, a su nacimiento virginal, a su muerte expiatoria y a muchos otros artículos fundamentales de la fe cristiana. Pero hubo en Italia, lo mismo que en otras partes, anabaptistas de sana doctrina, evangélicos en el más alto grado, verdaderos baluartes y apoyos de la fe, que permanecieron fieles a la verdad en medio de las duras pruebas. Mencionemos a uno de ellos:
Francisco Della sega. Nació en Rovigo en el año 1532, y siendo estudiante de Padua llegó al conocimiento del Evangelio. Él mismo refiere en un escrito presentado a la inquisición la historia de su conversión. Se hallaba entregado a una vida inmoral que terminó por postrarlo en una cama. Mandó en este tiempo llamar a un zapatero para que le hiciese un par de botines, quien al verlo en tan miserable estado, le habló de las malas consecuencias del pecado y le aconsejó que leyese las Sagradas Escrituras, cosa que empezó a hacer con el resultado de que descubrió que no era cristiano, como se lo había figurado. Clamó a Dios y fue sacado del lodo cenagoso, del lago de miseria, y hecho nueva criatura por la fe en Cristo Jesús. Al manifestar a los suyos sus experiencias espirituales se levantó en su contra una fuerte persecución, a tal punto que su padre lo echó de la casa y los que habían sido sus amigos íntimos se convirtieron en sus feroces enemigos porque no quería ya más andar con ellos .en los caminos torcidos.
Encontrándose en Viena tomó a su servicio un criado que resultó ser anabaptista. Éste le habló de sus creencias y de la comunidad que sus correligionarios tenían en Moravia. Della Sega tomándolo como guía e intérprete se fue a aquel país para conocerlos personalmente y enterarse del género de vida que llevaban. Pronto quedó prendado de la fe y costumbres puras que tenían, así como del comunismo cristiano que practicaban. Recordemos que en un período de calma relativa encontraron un asilo seguro en los dominios de algunos nobles moravos y fundaron colonias numerosas bien organizadas donde reinaba el orden, y se disfrutaba de mucho bienestar. En esas colonias había unos veinte italianos entre miles de suizos, austriacos, checos, alemanes y de otras nacionalidades. Della Sega se identificó con ellos y aprovechó muy bien el tiempo estudiando atentamente las Sagradas Escrituras.
En 1559 emprendió viaje a Italia junto con otro correligionario llamado Antonio Rizzetto con el fin de visitar a los anabaptistas diseminados y traer a la verdadera fe evangélica a los que habían caído en los errores antitrinitarios. Tuvieron gran gozo en el cumplimiento de esta misión y cuando ya estaban por regresar a Moravia fueron traicionados por un Judas y cayendo en poder de los enemigos, fueron conducidos a Venecia y encerrados en la prisión, donde otro italiano llamado Julio Gherlandi estaba sufriendo por la misma causa.
Los jueces inquisitoriales sometieron a Della Sega a un serio interrogatorio, pero como no quedaban satisfechos con las respuestas un poco vagas que les daba, le exigieron que fuese más categórico. Entonces les dijo que estaba dispuesto a contestar por escrito siempre que le diesen el tiempo necesario para escribir. Concedido este pedido presentó más tarde una sensata y bien meditada confesión de fe en la que refiere su conversión y expone los puntos principales de su doctrina.
Con este documento por delante los inquisidores no necesitaron de más elementos para fallar y lo condenaron a ser sepultado en el mar. Esta pena se aplicaba de la siguiente manera: se extendía una tabla sobre dos góndolas y encima de la misma se colocaba al reo cargado de cadenas, piedras o cualquier otra cosa pesada. A una señal dada las dos embarcaciones se separaban y la tabla junto con la víctima se hundía en el mar. La pena, se hacía horrorosa por la tétrica soledad. Ningún ruido, ningún concurso de gente.
Una noche triste y fría del invierno de 1565 una góndola se acercó silenciosamente a la cárcel, y momentos después partía conduciendo a Della Sega y a un sacerdote que procuraba en vano confesarlo. Llegados al punto donde debía cumplirse la sentencia, otra góndola conduciendo a los ejecutores se acercó y el mártir fue sumergido en las aguas del Adriático.
De la misma manera murieron casi al mismo tiempo Antonio Rizzetto y Julio Gherlandi,
En las Memorias de la comunidad anabaptista de Moravia se leen respecto a ellos estas sencillas palabras: "Fueron sumergidos en el mar en el año 1565, pero el mar dará sus muertos en el día del juicio de Dios". Apocalipsis 20; 13.

EL EVANGELIO EN FERRARA Y LUGA

En Ferrara la Reforma contó con un considerable número de adeptos debido al testimonio que daba la duquesa Renata, mujer culta y espiritual que en Francia, su país de nacimiento, había sido discípula de Lefevre d'Etaples. Se casó con Hércules II, duque de Ferrara, con quien nunca pudo» andar de acuerdo debido a las ideas tan opuestas que tenían en materia de religión.
La corte de aquel pequeño estado italiano vino a ser el refugio de muchos de los que sufrían persecución por causa del Evangelio; el mismo Calvino estuvo de incógnito disfrutando de la hospitalidad de la duquesa. Las actividades evangélicas que apartaban del catolicismo a muchos llegaron a alarmar al Papa y a los jesuitas Ignacio de Loyola y Francisco de Borgia, quienes consiguieron que el duque confinase a su esposa en un castillo, lo que obligó a sus protegidos a huir. Fue en este tiempo que ella recibió muchas cartas alentadoras de Calvino instruyéndola en las verdades bíblicas y es en una de estas cartas que llama a la misa "el sacrilegio más execrable en que se pueda pensar, una blasfemia intolerable".
De regreso a la corte continuó favoreciendo la Reforma, lo que motivó nuevas solicitudes del Papa en las que le pedía que tomase medidas más enérgicas contra los herejes, incluyendo a su esposa entre los que merecían este calificativo.
Al morir su esposo, éste le dejó en su testamento el magnífico castillo de Belriguardo, circundado de tierras riquísimas, pero era bajo la condición de que volviese al catolicismo. Ella lo rehusó resueltamente y regresó a Francia.
Módena, ciudad del ducado de Ferrara, fue también un centro de actividad evangélica y llegó a ser llamada la Ginebra italiana. En la Academia había algunos profesores que propagaban abiertamente los principios protestantes del libre examen y de la justificación por la fe y estimulaban el estudio de la Biblia. Un libro titulado "Sumario de la Doctrina Cristiana" circulaba en toda la ciudad y salía para otras partes del país, siendo objeto de los más vivos comentarios. La requisa que los inquisidores hicieron de esta obra fue tan severa que se creyó perdida para siempre, pero fue hallada y reimpresa en 1877. Su estila es admirable, sus conceptos, elevados, su doctrina altamente bíblica y el espíritu que la anima muy cristiano. Expone la doctrina de la salvación por la fe en Cristo con mucha claridad y en cada página se magnifica la obra redentora del Calvario.
A fin de sofocar el avance del protestantismo, el duque resolvió disolver la Academia e hizo recrudecer la persecución en la que murió heroicamente un joven llamado Faventino Fanino.
A la ciudad de Lúea le tocó el honor de ser la que contó con mayor número de personas convertidas y esto se debió a los fecundos trabajos de Pedro Mártir Vermigli, quien por medio de Juan Valdés había conocido la verdad en Nápoles y se había puesto a estudiar las Escrituras. En Lúea era prior de un convento que tenía jurisdicción episcopal y ese cargo le abría muchas puertas por donde introducir la sana doctrina y quizá por esto es que no rompía abiertamente con el romanismo del cual ya estaba completamente separado en espíritu y en doctrina.
Se organizó secretamente una iglesia de la cual Vermigli era pastor y muchos en la ciudad, incluyendo a personas encumbradas, daban señales de una genuina piedad.
Cuando fue denunciado y su convento intervenido consiguió huir a Suiza y después de una actuación descollante en muchas partes de Europa, donde era respetado por su piedad y por su saber, murió en Zurich en 1562.
César Cantú, tan inclemente para con los "heréticos" italianos, no puede menos que elogiarlo y’ dice: "No tuvo el fuego de Farel, no contribuyó como Lutero, Calvino y Bullinger a reformar la iglesia, pero su moderación no le privó de sacrificar todo por su Evangelio, y con su rara superioridad, desenvolvió el conocimiento e interpretación de las Escrituras y también se admite que en la dogmática y exégesis ha prestado servicios por mucho tiempo a las iglesias reformadas de toda la Europa".

LA ESCUELA DE JUAN VALDÉS

Juan Valdés nació en Cuenca, España, el año 1500. Hizo sus estudios en Alcalá de Henares y mantenía correspondencia con Erasmo de quien aprendió que la iglesia romana necesitaba una reforma profunda y radical. Debido a sus vastos conocimientos literarios y lingüísticos fue tenido en alta estima por el emperador Carlos V y disfrutaba de su protección, pero cuando se hizo sospechoso ante los ojos de la Inquisición huyó de España para nunca más volver.
Sus dos primeros libros aunque eran de carácter histórico, "Diálogo de Mercurio y Carión" y "Diálogo de Lactancia y Arcediano" fueron denunciados al Papa y al emperador por contener juicios contrarios a la iglesia romana. Carlos V no dio mucha importancia a estas denuncias pues envió a Valdés a Nápoles en calidad de secretario de Pedro de Toledo, virrey de las dos Sicilias.
Valdés vivía en una villa circundada de hermosos jardines desde la que sé tenía una magnífica vista del golfo de Nápoles y en ella reunía a numerosas personas amantes de la Palabra de Dios para escuchar sus conversaciones espirituales. El hecho de no ser eclesiástico y el de no haber roto completamente con la iglesia romana le ponían al abrigo de la persecución. Se ha calculado que tuvo unos tres mil discípulos casi todos pertenecientes a las familias más encumbradas y numerosos clérigos. Al hablar de su obra dijo el cardenal Caraffa: "Juan Valdés hizo en Nápoles más estragos en los espíritus que los que hubieran hecho mil herejes. En poco tiempo ganó a sus opiniones a un gran número de personas a quienes engañó y sedujo con sus artificios".
Escribió comentarios muy buenos sobre los Salmos, San Mateo, Romanos y Primera Corintios. Entre sus libros doctrinales figuran "El Alfabeto Cristiano" y ''Ciento Diez Consideraciones".
Un discípulo de esta escuela, Benito de Mantua, escribió al pie del Etna, en horas de quietud y meditación, un libro que desde su aparición, el año 1542, tuvo una extraordinaria circulación en toda Italia, el cual fue traducido al francés, inglés y español y logró abrirse camino entre la gente que buscaba la verdad y la salvación. Se titulaba "Tratado Utilísimo del Beneficio de Jesucristo Crucificado". Expone con singular maestría la doctrina de la salvación por la fe en la obra de Cristo y fue considerado como el credo de los evangélicos italianos de aquella generación. Aterrorizada la Inquisición por los efectos de su lectura "lo buscó con cien ojos y lo castigó con mil brazos" a fin de destruir hasta el último ejemplar y se creyó que lo había conseguido, porque ningún bibliófilo ni coleccionista conseguía dar con un ejemplar. Pero felizmente fueron hallados tres ejemplares lo que permitió hacer nuevas ediciones.
Pertenecieron a la escuela de Valdés, Celio Segundo Curione, hombre que fue un modelo de actividad y energía cristianas y fray Bernardino Ochino, el más notable predicador de Italia, quien al convertirse produjo una verdadera consternación en el campo romanista. Ochino se vio obligado a salir de Italia y desde entonces llevó una vida de errante por muchas partes de Europa hasta que al fin, en su vejez, encontró un asilo seguro en Moravia donde murió a fines de 1564.

LOS MÁRTIRES DE ROMA

Jaime Encinas. El primer mártir del Evangelio en Roma durante el siglo de la Reforma fue el español Jaime Encinas, quien fue muerto en 1546. Era hermano de Francisco, el primer traductor del Nuevo Testamento al castellano.
Jaime se encontraba en Alemania, y su padre con el objeto de alejarlo de las influencias protestantes lo mandó a que se radicase en Roma. En esta ciudad se encontraba muy a disgusto debido a sus convicciones religiosas que no podía ocultar. Fue denunciado por algunos de sus compatriotas radicados en la ciudad y no tardó en ser arrestado. El historiador Crespín nos dice que confesó valientemente su fe delante del mismo Papa, quien lo interrogó rodeado de sus cardenales y "que sus furiosos jueces quisieron que terminara su vida con un martirio glorioso".
Juan Mollio. Encontrándose en Bolonia donde actuaba de profesor. Juan Mollio llegó al conocimiento del Evangelio y movido por un santo entusiasmo se puso a sembrar la buena simiente sin tener en cuenta los peligros a que se exponía. Se vio obligado a huir de la ciudad y llegó a Nápoles donde entró en relación con Juan Valdés mediante quien se fortificó en el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Nuevas persecuciones le obligaron a salir también de esta ciudad, y en 1550 fue arrestado y conducido a Roma cargado de cadenas como un malhechor.
Los inquisidores tenían mucho interés y esperanza de arrancarle una retractación y quisieron hacerlo frente a una magna asamblea preparada con mucha aparatosidad.
Conducido Mollio, junto con otro mártir llamado Perugia, ante los que debían interrogarlo, dejó a todos estupefactos por la serenidad y firmeza de su testimonio. Lejos de oír de sus labios, como esperaban, una retractación, oyeron una confesión de fe impresionante y bien definida. "Yo soy luterano les dijo pero como era el apóstol San Pablo, porque no creo ni enseño sino la misma doctrina que el gran apóstol creía y enseñaba". Acusó a la curia romana de cruel, corrompida y tiranizadora de la conciencia.
Al día siguiente fue quemado, lo mismo que su compañero Perugia en Campo del Fiori.
Pomponio Algeri. Ejemplo edificante de una vida joven puesta al servicio de i a mejor causa es el que nos ofrece Pomponio Algeri, quien sufrió el martirio cuando sólo tenía veinticuatro años de edad. Había nacido en Ñola el año 1531 y cuando era estudiante en Padua llegó al conocimiento-del Evangelio que abrazó con fervor y entusiasmo
En los Sumarios de la histórica casa de estudios consta que trataba de los temas religiosos y filosóficos revelando una precocidad extraordinaria. El Santo Oficio no tardó en descubrirlo y en mayo de 1555 fue arrestado. Al comparecer ante los jueces respondió con tanta sabiduría y gravedad que todos quedaron atónitos. Negó la autoridad del Papa, la confesión auricular, el purgatorio, y confesó su fe en Cristo como único camino de salvación.
Tal vez porque los jueces tuviesen en cuenta su juventud no pronunciaron la fatal sentencia pero mandaron que fuese guardado en la cárcel donde escribió una carta llena de acentos cristianos en la que entre otras cosas decía: "Digo lo que al hombre puede parecer increíble: he hallado miel en las entrañas del león; ¿quién lo creerá? Placer en una caverna espantosa; alegres manifestaciones de vida en un tétrico albergue de la muerte, gozo en una vorágine infernal. Donde los otros lloran yo me regocijo: donde los otros tiemblan yo estoy sereno; una situación enteramente deplorable me ha sido causa de una gran delicia. La soledad y las cadenas me han traído reposo. La prisión, así como es dura para el culpable, es dulce para el inocente. Es un lugar triste y angosto pero para mí se ha convertido en un valle; el más sonriente y hermoso pedazo de la tierra".
Nuevas pruebas empezaron para el joven cristiano cuando lo llevaron a Venecia, pero Roma no se conformaba con esto y pedía su vida. Por fin el Papa IV consiguió que el Consejo de los Diez lo entregase en sus manos.
En 1556 Pomponio ocupaba una estrecha celda de las prisiones capitolinas de Roma. Nuevos interrogatorios y nuevas torturas no pudieron conmoverlo de su firmeza en Cristo. Fue condenado a muerte y un documento de la época dice: "El miércoles a la mañana fue quemado vivo un caballero de Nola de veinticuatro años de edad, el cual yendo al suplicio cantaba los Salmos de David por las calles de Roma". "Ofreció espontáneamente su cuerpo y con rostro alegre, alzando las manos al cielo decía: Despide, oh Señor, a tu siervo y mártir, y así quedó en medio de las llamas por espacio de un cuarto 'de hora. Toda Roma quedó estupefacta viendo tanta constancia".
Pedro Carnesecchi. Después de una carrera llena de alternativas y no siempre bien definida, Pedro Carnesecchi terminó con un glorioso martirio. Era florentino de origen y contó desde joven con el apoyd de la poderosa casa de los Mediéis y llegó a ser prenotario del Papa Clemente VII. Su influencia en la corte pontificia no conocía límites y sus entradas eran cuantiosas debido a las rentas que le producían dos abadías que el Papa le había otorgado.
Allá por el año 1540 conoció en Nápoles a Juan Valdés, y desde entonces se dedicó al estudio de las Sagradas Escrituras y de las obras de los reformadores. En 1546 fue citado a Roma para responder a los cargos que se le hacían, pero pudo, debido a sus altas influencias librarse de las manos del Santo Oficio y radicarse en Francia, donde disfrutaba de un poco más de seguridad y donde mantenía relaciones secretas con los dirigentes del movimiento protestante.
En 1552 regresó a Italia, y consiguió publicar algunas de las obras de Valdés y hacerlas circular entre sus numerosas relaciones, pero cuando el Papa se dispuso a desarraigar violentamente la llamada herejía se le formó un nuevo proceso y fue excomulgado y declarado hereje contumaz. Pero cuando Pío IV ocupó el trono pontificio, consiguió que le fuese levantada la excomunión.
Estaba viviendo en Florencia bajo la protección de Cosme, cuando fue vilmente traicionado por éste y entregado en manos de los secuaces del Vaticano. En Roma se le formó un proceso que llegó a ser sensacional, y es en este tiempo cuando aparece sosteniendo sin reservas las creencias evangélicas que había abrazado.
El 16 de agosto de 1567 con gran aparatosidad se dio lectura, durante dos horas, a la larga sentencia que en su contra había sido pronunciada, y el 3 de octubre del mismo año fue decapitado y después reducido a cenizas.
En los libros de contabilidad del Estado Pontificio se halla un asiento de cuatro escudos pagados por la leña con que fue quemado.
Aonio Paleario. De las muchas figuras gloriosas del protestantismo italiano del siglo XVI, Aonio Paleario es una de las más prominentes. Era sienes, natural de Veroli. Siendo profesor de literatura clásica llegó al conocimiento del Evangelio y sin tener en cuenta el peligro que corría se puso a dar testimonio de su fe entre profesores y alumnos. El cardenal Sadolet, que era su amigo, le aconsejó tener más prudencia, pero este consejo no encuadraba ni con su temperamento varonil ni con el profundo amor que profesaba a la verdad.
Para llevar a cabo su obra en forma más ventajosa publicó un folleto titulado "Plenitud. Suficiencia, y Satisfacción de Cristo'.' Siendo la obra de Cristo completa y perfecta, desaparecía el mérito de los sacramentos y de otras obras "meritorias" destinadas a ganar la salvación. Esta enseñanza produjo verdadera alarma en el campo papista. Oigamos lo que dice el mismo Paleario: "Cuando este mismo año publiqué un tratado en lengua toscana, para mostrar cuán grande beneficio recibe la humanidad por su muerte, este tratado fue hecho la base de una acusación criminal contra mí; ¿puede concebirse una cosa más vergonzosa?"
Pudo esta vez escapar de los garras de sus adversarios, pero tuvo que salir de Siena. Se estableció en Loca donde permaneció diez años llevando una vida no muy activa en lo que se refiere al testimonio cristiano, de modo que fue un período de los más reposados de su agitada carrera.
Escribió un libro importante titulado: "Acusación contra los Pontífices Romanos y sus Secuaces", el cual fue publicado después de su muerte. Este libro demuestra que era un hombre erudito y poderoso en las Escrituras. "En Roma dice reina de tal manera la corrupción más espantosa, el despotismo más cruel, la simonía, el engaño, la compra y venta del Espíritu Santo, y mil otras abominaciones, que todos los que tienen el espíritu de Cristo ven claramente escrito en la frente de la curia romana: BABILONIA LA GRANDE LA MADRE DE LAS FORNICACIONES Y ABOMINACIONES DE LA TIERRA”.
Presintiendo que le tocaría la suerte de los mártires escribía: "Venid, verdugos, ligadme las manos, cubridme la cabeza; me ofrezco a la ira, de los Papas; levantad el hacha y separadme la cabeza; venid, oh verdugos; ya estoy pronto".
Al subir al trono pontificio Pío V, Paleario fue arrestado y conducido a Roma, donde fue cuidadosamente encerrado en Torre Nova. Se le formó un proceso basado en las cartas que había hecho publicar en Basilea. El escritor católico Laderchil dice en sus Anales: "Cuando se vio que este hijo de Belial era obstinado y refractario y que por ningún medio podía ser sacado de las tinieblas de su error a la luz de la verdad, fue merecidamente entregado al fuego, para que después de sufrir estas penas momentáneas aquí, sea lanzado a las llamas eternas”.
Antes de morir escribió una carta a su esposa en la que dice: "Parto lleno de gozo como si estuviese yendo a las bodas del hijo del gran Rey".
La cruel sentencia se cumplió el tres de julio de 1570. Fue ahorcado y su cuerpo entregado a las llamas.

Con la muerte de este mártir llegamos al ocaso de un movimiento heroico e ilustrado, un esfuerzo gigantesco para .hacer penetrar la espiritualidad del Evangelio en el corazón de Italia, pero otra vez se puede decir: "La luz vino al mundo pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz". San Juan 3: 19.