La Biblia nos dice que el hombre fue creado a la imagen de Dios y que aun, cuando cayó en pecado esta imagen del Alto Dios no fue borrada completamente ni o cesó el hombre de ser el portador de esta imagen.
A pesar de que la
naturaleza pecaminosa del hombre reaccione contra ella, la simiente de la
religión está implantada en cada hombre y los misioneros dan testimonio de que
la religión, expresada en una forma u otra, se encuentra en todas las naciones
y tribus de la tierra. Lo que muchos denuncian como una maldición o el «opio
del pueblo» es una de las mayores bendiciones que la humanidad ha
experimentado.
La religión no tan sólo afecta lo más profundo
de la vida humana sino que controla también sus pensamientos, sentimientos y
deseos.
¿Qué cosa es pues la
religión? Solamente a través del estudio de la Palabra de Dios podremos
comprender la naturaleza de la verdadera religión.
La palabra «religión»
proviene no de los originales bíblicos, el griego y el hebreo, sino del latín.
En nuestra traducción de la Biblia la encontramos cuatro veces, Hechos 26:5,
Santiago 1: 26-27.
El Antiguo Testamento
define a la religión como «el temor de Jehová». Este temor no es un sentimiento
de terror, sino un respeto reverente a Dios. Es un temor al que acompañan en
amor y la confianza. Es esta la respuesta del creyente del Antiguo Testamento a
la revelación de la Ley.
En el Nuevo Testamento es
más bien la respuesta al Evangelio que a la ley, y se presenta bajo la forma de
la fe y la piedad.
Las Escrituras nos
enseñan que la religión es una relación del hombre para con Dios en la cual el
ser humano se da cuenta de la majestad absoluta y el poder infinito de Dios, a
la par que de su propia pequeñez e insignificancia y de su completa impotencia.
Podemos pues definir a la
religión así: Una relación con Dios voluntaria y consciente, que se expresa en
una adoración rebosante de gratitud y en un servicio lleno de amor. La forma de
esta adoración religiosa y servicio a Dios, no es el producto de la voluntad
arbitraria del hombre, sino que ha sido determinada por Dios mismo.
PARA APRENDER DE MEMORIA ACERCA DE LA NATURALEZA DE
LA RELIGIÓN:
1. Deut. 10:12-13. «Ahora pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu
Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y
que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y can toda tu alma;
Que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo
para que hayas bien ?»
2. Sal. 111:10. «El principio de la sabiduría es el temor de
Jehová. Buen entendimiento tienen cuando ponen aquellos por obra; su loor
permanece para siempre.»
3. Ec. 12:13. «Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque
esta es el todo del hombre.»
4. Juan 6:29. «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que
él ha enviado.»
5. Hechos 16:31. «Y ellos le dijeron: Cree en el Señor
Jesucristo y serás salvo tú, y tu casa.»
LA FUENTE DE LA RELIGIÓN
Hay ciertos puntos de
vista erróneos sobre la fuente de la religión en el hombre.
Algunos hablan de la
religión como si fuera un conocimiento que reside en la inteligencia. Otros
opinan que es un sentimiento de la proximidad de Dios y lo localizan en la zona
psíquica del sentimiento, mientras que otros ponen su énfasis en la actividad
moral del hombre y hablan de la voluntad.
Todas estas opiniones son
parciales y contrarias a las Escrituras, quienes nos enseñan que la religión
tiene que ver con el corazón. En la psicología bíblica encontramos que el
corazón es el órgano central del alma. Es del corazón de donde mana la vida,
los pensamientos, sentimientos y deseos, Proverbios 4:23. La religión comprende
todas las facultades del hombre, intelectuales, emotivas y morales. Esta es la
única opinión que se ajusta a la naturaleza de la religión.
PARA APRENDER DE MEMORIA SOBRE LA FUENTE DE LA
RELIGIÓN:
1. Sal. 51:10, 17. «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio:
Y renueva un espíritu recto dentro de mí. Los sacrificios de Dios son el
espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no desapreciarás tú, oh
Dios».
2. Prov. 4:23. «Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón
porque de él mana la vida.»
3. Mateo 5:8. «Bienaventurados los de limpio corazón: porque
ellos verán a Dios.»
EL ORIGEN DE LA RELIGIÓN.
Durante los últimos
cincuenta años se ha estudiado cuidadosamente la cuestión del origen de la
religión. Se trató de dar explicaciones naturales de la misma, pero sin éxito.
Algunos hablaron de ella como la invención de sacerdotes astutos y engañosos
que trataron de hacer de ella y en tiempos primitivos, una fuente de ingresos,
pero hoy día esta explicación ha perdido todo su valor.
Otros afirmaron que la
religión empezó con la adoración de objetos inanimados (fetiches), o con la
adoración de los espíritus de los antepasados. Sin embargo esta explicación no
llegaba a resolver el 'problema de cómo se llegó a esta adoración de objetos
inanimados o vivientes. Hubo quienes opinaron que la religión se originó con la
adoración de la naturaleza, es decir, de sus maravillas y poderes o con la
práctica de la magia.
El defecto esencial de
todas estas teorías es que no nos dicen cómo el hombre llegó a convertirse en
un ser religioso y todas empiezan con el concepto de un hombre ya religioso.
La Biblia nos da el
verdadero y único relato sobre el origen de la religión. Primero nos habla de
la existencia de Dios, el único objeto digno de adoración. Luego afirma y
asegura que Dios, a quien el hombre jamás pondría descubrir por sus capacidades
naturales, se reveló primero en la naturaleza y de un modo especial en su
divina Palabra.
Este Dios, afirma la
Biblia, exige la adoración y servicio del hombre y asimismo define la clase de
adoración y servicio que le agrada. Finalmente, la Biblia nos enseña que Dios
creó al hombre a su imagen y semejanza, y que con ello lo capacitó para
comprender y responder a su revelación y que al mismo tiempo engendró en él, un
deseo natural de buscar la comunión con Dios, y glorificarle.
PARA APRENDER DE MEMORIA SOBRE EL ORIGEN DE LA
RELIGIÓN:
1. Génesis 1:27. «Y creó Dios al hombre a su imagen, a
imagen de Dios la creó.»
2. Deut. 4:13. «Y él os anunció su pacto, el cual os mandó
poner' por obra, las diez palabras» (o mandamientos).
3. Ezequiel 36:26. «Y os daré corazón nuevo, y pondré
espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de
piedra, y os daré corazón de carne. »
LA REVELACIÓN EN SÍ.
El estudio de la religión
nos conduce al estudio del origen de la revelación. Si Dios no se hubiera
revelado, la religión sería imposible. Si Dios no se hubiera dado a conocer, el
hombre no habría tenido ningún conocimiento de Dios, y por sí mismo, jamás
hubiera llegado a descubrir a Dios. En este estudio distinguiremos la
revelación de Dios en la naturaleza, y su revelación en las Escrituras.
Los ateos y los
agnósticos no creen en la revelación. Los panteístas hablan de ella algunas
veces, aún cuando no tienen lugar para ella en su sistema filosófico. Los
deístas admiten que Dios se revela en la naturaleza pero niegan la necesidad,
la realidad y hasta la posibilidad de una revelación especial, tal como nos es
dada en las Escrituras. Nosotros creemos, en cambio, en una revelación general
y en otra especial.
LA REVELACIÓN GENERAL
La revelación general
difiere de su revelación especial solo en lo que se refiere al tiempo. Esta
revelación no nos es dada en forma de comunicación verbal, sino en los hechos,
fueras y leyes de la naturaleza, en la constitución y operación de la mente
humana y en los hechos de la experiencia y la historia. La Biblia nos habla de
ella en tantos pasajes como: Sal. 19: 1-2; Ro. 1:19-20; 2:14:15.
LA
INSUFICIENCIA DE LA REVELACIÓN GENERAL
Mientras los Pelagianos,
los Racionalista, y los Deístas consideran esta revelación como suficiente para
nuestras necesidades presentes, el católico-romano y las Iglesias protestantes
están de acuerdo en que no es suficiente.
La mancha del pecado que
cayó sobre la creación obscureció esta revelación. A pesar de todo, la imagen
del Creador no quedó completamente borrada del hombre, sino que se hizo
nebulosa e indistinta. En la actualidad no nos proporciona un conocimiento seguro
de Dios y de las cosas espirituales, y por lo tanto no puede darnos un
fundamento seguro sobre el cual podamos edificar para nuestro futuro eterno.
La insuficiencia de esta
revelación natural está demostrada en la confusión que reina entre aquellos que
tratan de fundar su religión sobre una base natural. Si tal revelación no es un
fundamento adecuado aún para la religión en general, cuanto menos para la
verdadera religión.
De hecho, hasta los
pueblos paganos apelan a alguna supuesta revelación natural.
Finalmente, esta
revelación fracasa completamente en lo que se refiere a llenar las necesidades
de los pecadores. Aún cuando nos da cierto conocimiento de la bondad, la
sabiduría y el poder de Dios, no nos da conocimiento alguno de Cristo como el
único camino de salvación.
EL VALOR
DE LA REVELACIÓN GENERAL
Lo dicho anteriormente no
significa que la revelación general no es de valor alguno. Esta revelación
explica los elementos verdaderos que todavía se encuentran en las religiones
paganas. Por razón de esta revelación, los gentiles sienten que son linaje de
Dios, Hechos 17:28, y buscan a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen,
Hechos 17:27, contemplan en la naturaleza su eterno poder y divinidad, Ro. 1:
19-20, y hacen, por naturaleza las cosas de la ley, Ro. 2: 14.
El hecho de que los
paganos vivan en la oscuridad del pecado y la ignorancia, y corrompan la verdad
de Dios, no les impide de que, en cierto modo, participen en la iluminación de
su Palabra, Juan 1:9 y en la obra general de su Espíritu, Gn. 6 :3.
Al mismo tiempo, la
revelación general de Dios establece un antecedente para su revelación
especial. Esta no pondría ser enteramente comprendida sin aquélla. La ciencia y
la historia iluminan las páginas de la Biblia.
TEXTOS PARA APRENDER DE MEMORIA SOBRE LA REVELACIÓN
GENERAL
1. Sal. 8: 1. «Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu
nombre en toda la tierra»
2. Sal. 19:1-2. «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la
expansión denuncia la obra de sus manos. El un día emite palabra al otro día, y
la una noche a la otra noche declara sabiduría.»
3. Rom. 1: 20. «Porque las Cosas invisibles de él, su eterna
potencia y divinidad, se echan de ver desde la creación del mundo, siendo
entendidas por las cosas que son hechas.»
4. Rom. 2: 14-15. «Porque los Gentiles que no tienen ley,
naturalmente haciendo lo que es de la ley, los tales, aunque no tengan ley,
ellos son ley a sí mismos.
Mostrando la obra de la
ley escrita en sus corazones, dando testimonio juntamente sus conciencias, y
acusándose y también excusándose sus pensamientos unos con otros.»
LA REVELACIÓN ESPECIAL
Además de la revelación
de Dios en la naturaleza tenemos su revelación especial encerrada en las
Escrituras. La Biblia es el libro de la revelación especial de Dios. Esta es
una revelación en la que las palabras y los hechos se completan mutuamente; las
palabras interpretan los hechos y éstos acreditan las palabras.
NECESIDAD
DE LA REVELACIÓN ESPECIAL
La entrada del pecado en
el mundo hizo necesaria esta revelación especial. La visión de la mano de Dios,
que hasta entonces se había revelado en la naturaleza, fue obscurecida y
corrompida. El hombre quedó ciego espiritualmente, sujeto al error y a la
incredulidad.
Aun ahora su ceguera y
perversión le impiden de interpretar correctamente los vestigios que quedan de
la revelación original, y se halla incapacitado totalmente para comprender
cualquier revelación divina posterior. Era pues necesario el que Dios
re-interpretara las verdades de la naturaleza, proveyera una nueva revelación
de Su redención e iluminara la mente humana y la redimiera del poder del error.
LA REVELACIÓN ESPECIAL
1. Núm. 12: 6-8. «Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras: Si
tuvieres profeta de Jehová le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No
así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Boca a boca hablaré con
él.»
2. Heb. 1:1. «Dios, habiendo hablado muchas veces Y en muchas
maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros
tiempos nos ha hablado por el Hijo.»
3. 2ª Pe. 1: 21. «Porque la profecía no fue en los tiempos
pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron
siendo inspirados del Espíritu Santo.»
LAS
FORMAS DE LA REVELACIÓN ESPECIAL
Dios dio su revelación
especial al hombre en diferentes formas:
1. Teofanías o manifestaciones visibles de Dios. Dios reveló
su presencia en forma de fuego y de nubes, Éx. 3: 2; 33: 9; Sal. 78: 14; 99:7;
en vientos tempestuosos, Job 38:1; Sal. 18:10-16, y en un silbo apacible y
delicado, 1ª Reyes 19: 12. Todas estas eran manifestaciones de su presencia,
que daban a conocer algo de su gloria. Entre las apariciones del Antiguo
Testamento, son muy prominentes las del Ángel de Jehová, la segunda persona de
la Trinidad, Génesis 16: 13 y 31:11; Hech. 23: 20-23; Mal 3: 1. El punto más
sublime de la revelación de Dios a los hombres fue la encarnación de
Jesucristo. En él, la Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.
Juan 1:14.
2. Comunicaciones directas Algunas veces Dios habló a los
hombres directamente como a Moisés y al pueblo de Israel, Deut. 5:4 y otras
veces por mediación de los profetas por medio de la operación interior de su
Santo Espíritu, 1ª Pedro 1: 11. En otros casos se reveló por mediación de
sueños y visiones y también por el Urim y el Tummin, Núm. 12:6, 27:21 Isaías 6.
En el Nuevo Testamento encontramos a Jesucristo como el Divino Maestro enviado
para revelar la voluntad de su Padre y por su Espíritu los apóstoles se
convirtieron en órganos de revelaciones posteriores, Juan 14 ;26; 1ª Cor.. 2:
12-13; 1ª Tes. 2:13.
3. Los milagros; Los milagros de la Biblia no deberían ser
nunca considerados como meras maravillas para llenar a los hombres de asombro
sino como partes esenciales de la revelación de Dios. Son manifestaciones de un
poder divino especial, y de la presencia de Dios en un modo particular. En
muchos casos son símbolos de verdades espirituales, de la venida del Reino de
Dios y del poder divino para la redención. El mayor de los milagros fue la
venida del Hijo de Dios en forma humana. Es en Cristo que la creación entera es
restablecida y restaurada a su belleza original. 1ª Tim. : :16; Apoc.21: 5.
EL
CARÁCTER DE LA REVELACIÓN ESPECIAL
Esta revelación especial
de Dios nos habla de la redención. Nos enseña el plan de Dios para la redención
de los pecadores y del mundo, y la manera en que este plan se lleva a cabo. De
un modo especial renueva al hombre, ilumina su mente y le inclina a hacer el
bien, lo llena de santas aspiraciones y lo prepara para el hogar celestial.
Esta redención nos es
presentada como un hecho que no tan sólo enriquece nuestros conocimientos, sino
que transforma las vidas de los pecadores y los hace santos. Tal revelación es
progresiva. Las grandes verdades de la redención aparecen primero muy oscuras,
pero gradualmente se esclarecen hasta que en el Nuevo Testamento aparecen con
toda su belleza y plenitud.
LAS SAGRADAS ESCRITURAS
(1)
A. Las Sagradas Escrituras
constituyen la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento,
fe y obediencia salvadoras.: 2 Ti. 3:15-17; Is. 8:20; Lc. 16:29, 31; Ef. 2:20.
B.
Aunque la luz de la naturaleza y las obras de la creación
y de la providencia manifiestan de tal manera la bondad, sabiduría y poder de
Dios que dejan a los hombres sin excusa: Ro. 1:19-21, 32; Ro. 2:12a, 14, 15;
Sal 19:1-3.
C.
No obstante, no son suficientes para dar el conocimiento
de Dios y de su voluntad que es necesario para la salvación: Sal 19:1-3 con vv.
7-11; Ro. 1:19-21; 2:12a, 14,15 con 1:16,17 y 3:21.
D. Por
lo tanto, agradó al Señor, en distintas épocas y de diversas maneras, revelarse
a sí mismo y declarar su voluntad a su iglesia: He 1:1,2a.
E. Y posteriormente, para preservar
y propagar mejor la verdad y para un establecimiento y consuelo más seguros de
la iglesia contra la corrupción de la carne y la malicia de Satanás y del
mundo, le agradó poner por escrito esa revelación en su totalidad, lo cual hace
a las Santas Escrituras muy necesarias: . Pr. 22:19-21; Lc. 1:1-4; 2 P.
1:12-15; 3:1; Dt. 17:18ss.; 31:9ss., 19ss.; 1 Co. 15:1; 2 Ts. 2:1, 2,15; 3:17;
Ro. 1:8-15; Gá. 4: 20; 6: 11; 1 Ti. 3:14. Ap. 1:9, 19; 2:1, etc.; Ro. 15:4; 2
P. 1:19-21.
F.
Habiendo cesado ya las maneras anteriores por las cuales
Dios revelaba su voluntad a su pueblo: He 1:1,2a; Hch. 1:21, 22; 1 Co. 9:1;
15:7, 8; Ef. 2:20
(2)
Bajo
el nombre de Sagradas Escrituras o Palabra de Dios escrita, están incluidos
todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, que son:
1. ANTIGUO TESTAMENTO
Génesis,
Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, 1ª Samuel, 2ª
Samuel, 1ª Reyes, 2ª Reyes, 1ª Crónicas, 2ª Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester,
Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Isaías, Jeremías,
Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas,
Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías
2. NUEVO TESTAMENTO
Mateo,
Marcos, Lucas, Juan, Hechos, de los Apóstoles Romanos, 1ª Corintios, 2ª
Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1ª Tesalonicenses, 2ª
Tesalonicenses, 1ª Timoteo, 2ª Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, Santiago, 1ª
Pedro, 2ª Pedro, 1ª Juan, 2ª Juan, 3ª Juan, Judas, Apocalipsis.
Todos
ellos fueron dados por inspiración de Dios para ser la regla de fe y de vida:
2ª Ti. 3: 16 con 1ª Ti. 5:17,18; 2ª P. 3: 16.
(3)
A.
Los libros comúnmente llamados Apócrifos, no siendo de
inspiración divina, no forman parte del canon o regla de la Escritura y, por lo
tanto, no tienen autoridad para la iglesia de Dios, ni deben aceptarse ni usarse
excepto de la misma manera que otros escritos humanos: Lc. 24:27,44; Ro. 3:2.
(4)
A.
La autoridad de las Sagradas Escrituras, por la que debe
ser creída, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia: Lc. 16:27-31;
Gá. 1:8,9; Ef. 2:20.
B.
Sino enteramente de Dios (quien es la verdad misma), el
autor de ella; por lo tanto, debe ser recibida porque es la Palabra de Dios: 2
Ti. 3:15; Ro. 1:2; 3:2; Hch. 2:16; 4:25; Mt. 13:35; Ro. 9:17; Gá. 3:8; Ro.
15:4; 1 Co. 10:11; Mt. 22:32; Lc. 16:17; Mt. 22:41ss; Jun. 10:35; Gá. 3:16;
Hch. 1:16; 2:24; 13:34, 35; Jun. 19:34-36; 19:24; Lc. 22:37; Mt. 26:54; Jun.
13:18; 2 Ti. 3:16; 2 P. 1:19-21; Mt. 5:17, 18; 4:1-11.
(5)
A.
El testimonio de la iglesia de Dios puede movernos e
inducirnos a tener una alta y reverente estima por las Sagradas Escrituras: 2
Ti. 3:14, 15.
B.
Y el carácter celestial del contenido, la eficacia de la doctrina, la majestad
del estilo, la armonía de todas las partes, el fin que se propone alcanzar en
todo su conjunto (que es el de dar toda la gloria a Dios), la revelación
completa que dan del único camino de salvación para el hombre, y muchas otras
excelencias incomparables y la totalidad de perfecciones de las mismas, son
argumentos por los cuales dan abundante evidencia de ser la Palabra de Dios:
.Jer. 23:28, 29; Lc. 16:27-31; Jun. 6:63; 1 P. 1:23-25; He 4:12, 13; Dt.
31:11-13; Jun. 20:31; Gá. 1:8, 9; Mr. 16:15, 16.
C. Sin embargo, nuestra plena
persuasión y certeza de su verdad infalible y su autoridad divina provienen de
la obra interna del Espíritu Santo, quien da testimonio en nuestros corazones
por medio de la Palabra y con ella: Mt. 16:17; 1 Co. 2:14ss.; Jun. 3:3; 1 Co.
2:4,5; 1 Ts. 1:5,6; 1 Jun. 2:20,21, con v. 27.
(6)
A. Todo el consejo de Dios tocante a
todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la
fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en las
Sagradas Escrituras; a las cuales nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni
por nueva revelación del Espíritu ni por las tradiciones de los hombres: 2 Ti.
3:15-17; Dt. 4:2; Hch. 20:20, 27; Sal 19:7; 119:6, 9, 104,128.
B.
Sin embargo, reconocemos que la iluminación interna del
Espíritu de Dios es necesaria para un entendimiento salvador de las cosas
reveladas en la Palabra: Jun. 6:45; 1 Co. 2:9-14.
C. Y
que hay algunas circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al
gobierno de la Iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que han de
determinarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana,
según las normas generales de la Palabra, que han de guardarse siempre: 1 Co.
14:26,40
(7)
A.
No todas las cosas contenidas en las Escrituras son igualmente claras en sí
mismas. 2 P. 3:16.
B. Ni son igualmente claras para
todos: 2 Ti. 3:15-17.
C. Sin embargo, las cosas que son
necesarias saber, creer y guardar para salvación, se proponen y exponen tan
claramente en uno u otro lugar de las Escrituras que no sólo los eruditos, sino
los que no lo son, pueden adquirir un entendimiento suficiente de tales cosas
por el uso adecuado de los medios ordinarios. 2 Ti. 3:14-17; Sal 19:7-8;
119:105; 2 P. 1:19; Pr. 6:22,23; Dt. 30:11-14.
(8)
A. El Antiguo Testamento en hebreo
(que era el idioma del pueblo de Dios en la antigüedad) Ro. 3:2, 3.
B. Y el Nuevo Testamento en
griego(que en el tiempo en que fue escrito era el idioma más generalmente
conocido entre las naciones), siendo inspirados inmediatamente por Dios y
mantenidos puros a lo largo de todos los tiempos por su especial cuidado y
providencia, son, por lo tanto, auténticos: Mt. 5:18.
C. De tal forma que, en toda
controversia religiosa, la iglesia debe recurrir a ellos como autoridad
determinante: Is. 8:20; Hch. 15:15; 2 Ti. 3:16, 17; Jun. 10:34-36.
C.
Pero debido a que estos idiomas originales no son conocidos por todo el pueblo
de Dios, que tiene derecho a las Escrituras e interés en las mismas, y se le
manda leerlas y escudriñarlas: Dt.
17:18-20; Pr. 2:1-5; 8:34; Jun. 5:39, 46.
D.
En el temor de Dios, han de traducirse a la lengua común de toda nación a la
que sean Llevadas: 1 Co. 14:6, 9, 11, 12, 24, 28.
E. Para que morando abundantemente
la Palabra de Dios en todos, puedan adorarle de manera aceptable y para que,
por la paciencia y consolación de las Escrituras, tengan esperanza: Col. 3:16;
Ro. 15:4.
(9)
A. La regla infalible de
interpretación de las Escrituras la constituyen las propias Escrituras; y, por
consiguiente, cuando surge una duda respecto al verdadero y pleno sentido de
cualquier pasaje bíblico (que no es múltiple, sino único), éste se debe buscar
en otros pasajes que se expresen con más claridad: Is. 8:20; Jun. 10:34-36;
Hch. 15:15,16.
(10)
A. El juez supremo, por el que deben
decidirse todas las controversias religiosas, y por el que deben examinarse
todos los decretos de concilios, las opiniones de autores antiguos, las
doctrinas de hombres y espíritus particulares, y cuya sentencia debemos acatar,
no puede ser otro sino las Sagradas Escrituras entregadas por el Espíritu. A
dichas Escrituras así entregadas, se reduce nuestra fe en definitiva: Mt.
22:29, 31,32; Ef. 2:20; Hch. 28:23-25.
3. EL CANON DE LA ESCRITURA
Comúnmente pensamos en la Biblia como un solo gran libro. En
realidad, es una pequeña biblioteca de sesenta y seis libros individuales.
La reunión de estos libros constituye lo que llamamos el canon de la sagrada Escritura. El
término canon proviene de la
palabra griega que significa "vara de medir" "metro",
"estándar", o "norma". Históricamente, la Biblia ha sido
siempre el precepto autorizado para la fe y la práctica en la iglesia.
Con respecto a los libros incluidos en el Nuevo Testamento, los
católicos y los protestantes están de acuerdo. Sin embargo, los dos grupos
están en franco desacuerdo con lo que respecta a los libros que deberían ser
incluidos en el Antiguo Testamento. Los católicos creen que los libros
apócrifos deberían ser considerados canónicos, mientras que el protestantismo
piensa lo contrario.
(Estos libros apócrifos fueron escritos después que se completó el
Antiguo Testamento y antes que se comenzara a escribir el Nuevo Testamento.) El
debate con respecto a los libros apócrifos se centra en el tema más amplio
sobre qué fue considerado canónico por la comunidad judía. Existe una
contundente evidencia que los libros apócrifos no estaban incluidos en el canon
palestino de los judíos. Por otro lado, parece ser que los judíos que vivían en
Egipto habrían incluido a los libros apócrifos (traducidos al griego) en el
canon alejandrino. Hay pruebas más recientes, sin embargo, que arrojan ciertas
dudas a este respecto.
Algunos críticos de la Biblia aducen que la iglesia no contó con
una Biblia como tal hasta casi principios del siglo quinto. Pero esto es una
distorsión de todo el proceso de desarrollo canónico.
La iglesia se reunió en concilios en varias ocasiones durante los
primeros siglos para decidir sobre cuales libros pertenecían propiamente al
canon. El primer canon formal del Nuevo Testamento fue creado por el hereje
Marcia, quien produjo su propia versión expurgada de la Biblia. Para combatir a
este hereje, la iglesia se vio obligada a declarar cuál era el contenido exacto
del Nuevo Testamento.
Aunque la gran mayoría de los libros que hoy en día están
incluidos en el Nuevo Testamento en su día claramente funcionaron con autoridad
canónica desde que fueron escritos, hubo algunos pocos libros cuya inclusión en
el canon del Nuevo Testamento fue motivo de discusión. Estos fueron hebreos,
Santiago, la segunda epístola de Pedro, la segunda y tercera epístola de Juan,
Judas, y Apocalipsis.
Existieron además varios libros que rivalizaron para obtener esta
posición canónica pero que no fueron incluidos. La gran mayoría de estos eran
obras espurias escritas por herejes gnósticos del segundo siglo. Estos libros
nunca recibieron una consideración seria. (Este es un punto clave que los
críticos suelen pasar por alto cuando alegan que entre más de dos mil
contendientes al canon se eligieron solo veintisiete. Y luego preguntan:
"¿No es poco probable que se haya seleccionado a los veintisiete
correctos?")
En realidad, son solo dos o tres libros los que no fueron
incluidos luego de haber sido seriamente considerados. Estos fueron Clemente, El Pastor de Hermas, y La Didaqué. Estos libros no fueron
incluidos en el canon de la Escritura porque no habían sido escritos por los
apóstoles, y sus propios autores reconocieron que su autoridad estaba subordinada
a la de los apóstoles.
Algunos cristianos están preocupados por el hecho de que haya
habido un proceso histórico selectivo. Les molesta la pregunta: ¿cómo es
posible saber que el canon del Nuevo Testamento incluye los libros que debería
contener? La teología católica tradicional contesta esta pregunta apelando a la
infalibilidad de la iglesia. La iglesia es vista entonces como
"creando" el canon, y tiene así la misma autoridad que la propia
Escritura. El protestantismo clásico niega el hecho de que la iglesia sea
infalible y que la iglesia "haya creado" el canon. La diferencia
entre el catolicismo y el protestantismo puede resumirse de la siguiente
manera:
El punto de vista católico: El canon es una colección
infalible de libros infalibles. El
punto de vista protestante clásico: El canon es una colección falible de
libros infalibles.
El punto de vista crítico liberal: El canon es una colección falible
de libros falibles.
Si bien los protestantes creen que Dios en su providencia ejerció
su cuidado especial para asegurar que solo los libros apropiados fueran
incluidos, no convirtió a la iglesia en sí misma en infalible. Los
protestantes, además, les recuerdan a los católicos que la iglesia no
"creó" al canon. La iglesia reconoció, aceptó, recibió y se sujetó al
canon de la Escritura. El término que la iglesia utilizó en los concilios fue recipimus, "Recibimos".
¿Cuál fue el criterio utilizado para evaluar los libros? Las así llamadas
evidencias canónicas incluían las siguientes:
1. Los libros deberían contar con
la autoría o el respaldo apostólico.
2. Su autoridad debería haber sido
recibida por la iglesia primitiva.
3. Deberían estar en armonía con
los libros de los cuales nadie dudaba de su canonicidad.
Si bien en una etapa de su vida Martín Lutero cuestionó el
carácter canónico de Santiago, más adelante cambió de parecer.
No hay ninguna razón valedera para dudar de que los libros que
actualmente están incluidos en el canon del Nuevo Testamento no son los que
deberían estar allí.
RESUMEN
1. El término canon proviene del griego, y
significa "norma" o "estándar". Se utiliza la palabra canon
para describir la lista autorizada de libros que la iglesia reconoce como la
sagrada Escritura y, por ende, el "precepto" para su fe y su práctica.
2. Además de los sesenta y seis
libros de la Biblia aceptados por los protestantes, los católicos también
aceptan a los libros apócrifos como Escritura autorizada.
3. Para combatir la herejía, la
iglesia reconoció la necesidad de declarar a cuáles libros se les había
reconocido su autoridad.
4. Hubo algunos libros cuya
inclusión en el canon fue motivo de disputa (Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3
Juan, Judas, y Apocalipsis), y otros libros cuya inclusión fue considerada pero
que no fueron admitidos en el canon, entre los que se encuentran 1 Clemente, El Pastor de Hermas, y La Didaqué.
5. La iglesia no creó al canon, simplemente reconoció a los libros que tenían las
evidencias canónicas y que por lo tanto gozaban de autoridad dentro de la
iglesia.
6. Las evidencias canónicas
incluyen:
(1) la autoría o el respaldo
apostólico,
(2) que la autoridad de dichos
libros haya sido reconocida por la iglesia primitiva, y;
(3) el estar en armonía con los
libros que sin ningún tipo de duda formaban parte del canon.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Lucas 24:44-45, 1 Corintios 15:3-8, 2 Timoteo 3:16-17, 2 Pedro
1:19-21, 2 Pedro 3:14-16.
4. INTERPRETANDO LA BIBLIA
Cualquier documento escrito debe ser interpretado si ha de ser
entendido. Los Estados Unidos de América cuentan con nueve individuos
extremadamente capacitados cuya tarea diaria consiste en interpretar la
Constitución. Constituyen la Corte Suprema de dicho país. El interpretar la
Biblia es una tarea muchísimo más solemne que interpretar la Constitución de
los Estados Unidos de América. Demanda mucho cuidado y diligencia. La Biblia
misma es su propia Corte Suprema.
La regla principal de la interpretación bíblica es "la sagrada
Escritura es su propio intérprete". Este principio significa que la Biblia
ha de ser interpretada por la Biblia. Un pasaje oscuro en la Escritura puede
ser aclarado por otro pasaje. Interpretar la Escritura con la Escritura
significa que no podemos enfrentar un pasaje de la Escritura con otro pasaje.
Cada texto debe ser entendido no solamente a la luz de su contexto inmediato
sino también a la luz del contexto de la Escritura en su totalidad.
Además, entendido correctamente, el único método Legítimo
y válido para interpretar la
Biblia es el método de la interpretación literal. Sin embargo, existe mucha confusión con respecto a la
idea de la
interpretación literal. La interpretación literal, en un sentido restringido, significa que hemos
de interpretar a la Biblia tal como ha
sido escrita. Un
sustantivo ha de ser tratado como un sustantivo, el verbo como un verbo. Significa
que todas las formas utilizadas
en la escritura de la Biblia han de ser interpretadas de acuerdo con las reglas normales
que gobiernan dichas formas. La poesía
debe ser tratada como poesía. Los relatos históricos han de ser tratados como historia. Las
parábolas como parábolas, las hipérboles
como hipérboles, y así sucesivamente.
A este respecto, la Biblia ha de ser interpretada de acuerdo a las
normas que gobiernan la interpretación de cualquier libro. En algunos sentidos
la Biblia es muy distinta a cualquier libro que jamás haya sido escrito. Sin
embargo, en lo que tiene que ver con su interpretación, ha de ser tratada como
cualquier otro libro.
La Biblia no ha de ser interpretada de acuerdo con nuestros deseos
y prejuicios. Debemos encontrar lo que en realidad dice y cuidarnos de no
forzar nuestros propios puntos de vista. El deporte de los herejes es buscar el
respaldo de la Escritura para las falsas doctrinas que no tienen base alguna en
el texto. Satanás mismo citó a la Escritura de manera no válida para tentar a
Cristo al pecado (Mateo 4:1-11).
El mensaje básico de la Biblia en tan sencillo y claro que hasta
un niño lo puede comprender. Sin embargo, para entender adecuadamente la carne
de la Escritura se requiere de una cuidadosa atención y estudio. Algunos de los
temas abordados por la Biblia son tan complejos y profundos que acaparan el
esfuerzo perenne del académico más especializado.
Existen algunos pocos principios de interpretación que son básicos
para cualquier estudio correcto de la Biblia. Entre ellos se encuentran los
siguientes:
(1) Los relatos narrativos deben ser
interpretados a la luz de los pasajes "de enseñanza". Por ejemplo, la
historia de Abraham ofreciendo a Isaac en el monte de Moriah parecería sugerir
que Dios no sabía que la fe de Abraham era verdadera. Pero las porciones didácticas
de la Escritura reflejan con claridad que Dios es omnisciente.
(2) Lo implícito debe ser siempre
interpretado a la luz de 10 explícito; y nunca lo explícito por lo implícito.
En otras palabras, si un texto en particular parecer implicar algo, no debemos
aceptar como correcto lo que ese texto implica si dicha interpretación se
contrapone a una afirmación explícita de otro lugar de la Escritura.
(3) Las leyes de lógica gobiernan la
interpretación bíblica. Si, por ejemplo, sabemos que todos los gatos tienen
cola, no podemos deducir que algunos gatos no tienen cola. Si es cierto que
algunos gatos no tienen cola, entonces no puede ser igualmente cierto que todos
los gatos tienen cola.
No se trata de un mero asunto de las leyes técnicas de la inferencia;
se trata de un asunto de sentido común. Sin embargo, la gran mayoría de las
interpretaciones erróneas de la Biblia han sido provocadas por deducciones no
legítimas de la Escritura.
RESUMEN
1. La Biblia es su propio
intérprete.
2. Debemos interpretar la Biblia
literalmente -como ha sido escrita.
3. La Biblia debe ser interpretada
como cualquier otro libro.
4. Las partes oscuras de la Biblia
deben ser interpretadas a la luz de las partes más claras.
5. Lo implícito debe ser interpretado a la luz de lo explícito.
6. Las leyes lógicas gobiernan todo
lo que pueda ser razonablemente deducido o concluido a partir de la Escritura.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Hechos 15:15-16, Efesios 4:11-16, 2 Pedro 1:16-21, 2 Pedro
3:14-18.
5. LA INTERPRETACIÓN PRIVADA
Dos de los grandes legados de la Reforma fueron el principio de la
interpretación privada y la traducción de la Biblia al lenguaje común del
pueblo. El mismo Lutero trajo este tema a la luz.
Cuando Lutero se apareció frente a la Dieta de Worms (un concilio
que lo estaba acusando de herejía por causa de su enseñanza), declaró:
Si no se me convence con las Escrituras y claras razones pues yo
no acepto la autoridad ni del Papa ni de los concilios exclusivamente, ya que
con frecuencia se han contradicho entre sí- mi conciencia está prisionera de la
Palabra de Dios. Por tanto, no puedo ni quiero retractarme, porque hacer algo
contra la conciencia no tranquiliza ni estaría bien. Dios mío, ayúdame. Amén.
La declaración de Lutero, y su subsiguiente traducción de la Biblia a su lengua materna, tuvo
dos consecuencias. Primero, le retiró
a la iglesia católica el derecho exclusivo de interpretación.
A partir de entonces el pueblo no estaría a la merced de la
doctrina de la iglesia, teniendo que aceptar la autoridad de la enseñanza
tradicional o la de la iglesia en igualdad de condiciones que la Palabra de
Dios. Segundo, puso la interpretación en manos del pueblo. Este cambio ha sido
más problemático. Condujo a los mismos excesos que la iglesia católica quería
prevenir -la interpretación subjetiva del texto que se aparta de la fe
cristiana histórica.
El subjetivismo ha sido el gran peligro de la interpretación
privada. Sin embargo, el principio de interpretación privada no significa que
el pueblo de Dios tiene derecho a interpretar la Biblia como se le antoje. El
"derecho" a interpretar la Escritura va junto con la responsabilidad
para interpretarla correctamente. Los
creyentes tienen la libertad para descubrir las verdades de la Escritura, pero
no están libres para fabricar sus propias verdades. Los creyentes han sido
llamados para entender los principios válidos de interpretación y para evitar
el peligro de subjetivismo.
Al buscar un entendimiento objetivo de la Escritura no estamos
reduciendo la Escritura a algo frío, abstracto y carente de vida. Lo que
estamos buscando es entender lo que dice la Palabra en el contexto, antes de
encaminarnos a la tarea igualmente necesaria de ponerla en práctica en nuestras
vidas. Una afirmación en particular puede tener numerosas aplicaciones
personales posibles, pero solo puede tener un significado correcto. El derecho
a interpretar la Escritura lleva consigo la obligación de interpretarla con
exactitud. La Biblia no es una estatua de cera que puede ser moldeada y a la
que puede darse la forma que mejor convenga a las opiniones del intérprete.
RESUMEN
1. La Reforma le brindó a la
iglesia una traducción de la Biblia en el lenguaje común del pueblo, y le
otorgó a cada creyente el derecho y la responsabilidad de la interpretación
privada.
2. La tradición de la iglesia, si
bien puede servir como una guía instructiva, no tiene la misma autoridad que la
Escritura.
3. La interpretación privada no es
una licencia para el subjetivismo.
4. El principio de interpretación
privada lleva consigo la obligación de buscar la interpretación correcta de la
Biblia.
5. Cada texto bíblico tiene
múltiples aplicaciones, pero un solo significado correcto.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Nehemías 8:8, 2 Timoteo 2:15, 2 Timoteo 3:14-17, Hebreos 1:1-4, 2
Pedro 1:20-21.
6. LA REVELACIÓN Y LAS ESCRITURAS
El término «revelación
especial» puede ser usado en más de un sentido. A veces denota las
comunicaciones directas de Dios al hombre en mensajes verbales y en sucesos
milagrosos. Los profetas y los apóstoles recibieron a menudo mensajes divinos
mucho antes de que los escribieran.
Hoy día los encontramos
en las Escrituras pero no forman el todo de la Biblia. Una gran parte de la
Biblia no fue dada a los escritores sagrados en esta forma sobrenatural, sino
que es el fruto de su estudio y reflexión. De todos modos, la frase «revelación
especial» se usa con referencia a toda la Biblia, es decir, al conjunto de los
hechos y de verdades redentoras que se encuentran en las Escrituras, dentro de
su conjunto histórico.
La Escritura nos
garantiza estas verdades por el hecho de haber sido infaliblemente inspiradas
por el Espíritu Santo. Podemos pues afirmar que toda la Biblia, y solamente la
Biblia, es la revelación especial de Dios para cada uno de nosotros. La
revelación especial de Dios vive en las páginas de la Biblia y aun hoy día nos
da vida, luz y santidad.
PRUEBA BÍBLICA DE LA INSPIRACIÓN DE LAS ESCRITURAS.
Toda la Biblia fue dada
por inspiración de Dios y es la guía infalible de fe y conducta para toda la
humanidad. Puesto que muchos niegan la inspiración de la Biblia tal asunto
requiere una consideración especial.
La doctrina de la
inspiración de la Biblia no es una invención humana sino que está fundada en la
misma Biblia. Son muchos los pasajes que nos hablan de ello, pero vamos a
indicar solamente algunos. Los autores del Antiguo Testamento fueron instruidos
por Dios a que escribieran lo que
El les ordenaba. Éx.
17:14; 34: 27; Isa. 8:1; 30:8; Jer. 25: 13; 30:2; Ezeq. 24:1-2; Dan.12:4; Hab.
2:2.
Los profetas tenían
conciencia de ser portadores de la palabra del Señor y por tal motivo
introducían sus mensajes con estas palabras «Así dice Jehová» o bien, «y fue a
mi palabra de Jehová diciendo», Jer. 36:27, 32; Ezequiel capítulos 26, 27, 31,
32, 39.
El apóstol Pablo habla de
sus propias palabras como palabras que el Espíritu le había enseñado, 1ª Cor.
2: 13, y alega que es Cristo quien hablaba en él, 2ª Cor. 13: 3. En su carta a
los Tesalonicenses declara que su mensaje era «palabra de Dios», 2ª Tes. 2:13.
En la epístola a los Hebreos encontramos citas del Antiguo Testamento
mencionadas como palabra de Dios o del Espíritu Santo, Hebreos 1:5; 3:7; 4:3;
5:6; 7 :21.
El pasaje más importante
que existe sobre la inspiración de las Escrituras se halla en 2 Timoteo 3:16:
«Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para reargüir,
para corregir, para instituir en justicia».
LA NATURALEZA DE LA INSPIRACIÓN
Existen dos conceptos
erróneos de la inspiración. Ambos representan extremos que debemos evitar.
LA INSPIRACIÓN MECÁNICA
Se ha dicho algunas veces
que Dios literalmente dictó lo que los autores humanos de la Biblia debían
escribir, como si éstos fueran cual plumas en la mano del escritor, es decir,
agentes completamente pasivos. Esto significa que sus inteligencias no
contribuyeron absolutamente en nada a la forma y contenido de las Escrituras.
Las mismas Escrituras
demuestran que no fue así. Los autores humanos eran autores reales, y en
algunos casos derivaron sus materiales de fuentes que Se hallaban a su
disposición, 1 Reyes 11: 41; 14: 29; 1 Crónicas 29:29 y Lucas 1: 1-4 En otros
casos estos autores nos cuentan sus propias experiencias, como en el libro de
los Salmos y sus escritos llevan las huellas de su propio estilo literario. El
estilo de Isaías es diferente del de Jeremías, y tampoco Juan escribe con el
mismo estilo de Pablo.
LA INSPIRACIÓN DINÁMICA
Otros han dicho que el
fenómeno de la inspiración sólo afecta a los escritores pero no a sus escritos.
Se dice que su vida espiritual y poder intelectual fue levantado a un nivel
tal, que comprendieron mejor todas las cosas y tuvieron una orientación más
profunda de su verdadero valor espiritual.
Se ha dicho también que
esta inspiración no estaba limitada al tiempo cuando escribieron los libros de
la Biblia, sino que era una característica permanente en la vida de tales
escritores, y que sólo de una manera indirecta tiene algo que ver con sus
escritos.
Fue como una especie de
iluminación espiritual parecida a la que gozan todos los creyentes, pero
solamente en un grado muy superior. Esta teoría no tiene fundamento bíblico y
dista mucho de la doctrina bíblica de la inspiración, como veremos después.
LA INSPIRACIÓN ORGÁNICA
El verdadero concepto de
la inspiración bíblica enseña que el Espíritu Santo actuó sobre los escritores
de la Biblia en una forma orgánica, cual órganos suyos, pero en armonía con las
leyes de su ser interior.
El Espíritu Santo los usó
tal cual eran, con su carácter y temperamento, sus dones y talentos, su
educación y cultura, su vocabulario y estilo. El Espíritu Santo iluminó sus
mentes, ayudó su memoria, los impulsó a escribir, dominó la influencia que el
pecado hubiera podido tener sobre sus escritos, y los guió en la expresión de
sus pensamientos hasta el punto de la selección de palabras.
Sin embargo les dio una
buena medida de libertad en sus actividades. Dejó que nos dieran los resultados
de sus investigaciones, y que pusieran en los libros sagrados la huella de su
propio estilo y vocabulario.
LA EXTENSIÓN DE LA INSPIRACIÓN.
Hay diferencias de
opinión sobre este punto, que es necesario estudiar.
LA INSPIRACIÓN PARCIAL
Bajo la influencia del
Racionalismo no es raro encontrar hoy día quienes niegan completamente la
inspiración de la Biblia, o mantienen que sólo partes de la misma son
inspiradas. Algunos niegan la inspiración del Antiguo Testamento pero aceptan
la del Nuevo.
Otros afirman que sólo
las enseñanzas morales y religiosas de la Biblia son inspiradas pero en lo que
se refiere a sus partes históricas, hay errores cronológicos, arqueológicos y
científicos. Hay quienes limitan la inspiración al Sermón de la Montaña.
Los que aceptan tales
puntos de vista no tienen ya una Biblia sobre la cual apoyarse, puesto que las
mismas diferencias de opinión que existen son una prueba positiva de que
ninguna de tales personas puede determinar con el menor grado de certeza, qué
partes de la Escritura son inspiradas y cuáles no lo son.
Hay todavía otra forma de
negar la inspiración bíblica de las Escrituras y estriba en afirmar que sólo
los pensamientos están inspirados, pero que la selección de las palabras fue
dejada completamente en manos de los autores humanos.
Tal afirmación cae por su
propio peso, ya que se halla fundada en el erróneo concepto de que es posible
separar los pensamientos de las palabras. En cambio, podemos afirmar que sin
palabras es imposible pensar con exactitud.
LA INSPIRACIÓN PLENARIA
La Biblia enseña que cada
parte de la misma es inspirada. Jesucristo y los apóstoles apelan con
frecuencia al Antiguo Testamento con las palabras «Escrituras» o «Escritura»
para solucionar un punto de controversia. Para ellos apelar a la Escritura era
lo mismo que apelar a Dios. Es también digno de notar que en la lista de libros
que citan de esta forma, se encuentran libros históricos.
En la epístola a los
Hebreos se citan con frecuencia pasajes del Antiguo Testamento como palabras de
Dios o del Espíritu Santo. Pedro pone las cartas de Pablo al mismo nivel que
los libros del Antiguo Testamento 2 Pedro 3: 16 y Pablo afirma que toda la
Escritura es divinamente inspirada, 2 Timoteo 3:16.
Podemos pues dar un paso
más allá y afirmar que la inspiración de la Biblia alcanza las mismas palabras
empleadas. La Biblia es verbalmente inspirada, cosa que no hay que confundir
con la inspiración mecánica.
La doctrina de la
inspiración verbal está bien justificada por las Escrituras. En muchos casos
encontramos que Dios mismo indicó con exactitud a Moisés y a Josué lo que
debían escribir. Lev. 3 y 4; 6:1, 24; 7:22, 28; Josué 1:1; 4:1; 6:2, etc. Los
profetas hablan como si Jehová pusiera su palabra en sus bocas, Jer. 1:9 o les
ordenara hablar al pueblo las mismas palabras' de Dios,
Ez. 3:4, 10, 11. Pablo
nos habla de que su palabra es doctrina del Espíritu, 1ª Cor. 2: 13 y tanto
Pablo como Jesús mismo fundan todo un argumento en una simple palabra, Mateo
22:43-45; Juan 10:35; Gal. 3:16.
LAS PERFECCIONES DE LA ESCRITURA.
Los Reformadores
desarrollaron la doctrina de la Escritura en contraste con la Iglesia Católica
Romana y algunas de las sectas. Roma enseña que la Biblia debe su autoridad a
la Iglesia, mientras los reformadores afirmaron que la Biblia tiene autoridad
propia, por ser la Palabra inspirada de Dios.
También afirmaron la
necesidad de las Escrituras como el medio de gracia preparado por Dios mismo.
La Iglesia Católica Romana afirma que la Iglesia no tiene una necesidad
absoluta de las Escrituras y algunas sectas ponen su énfasis en la «luz
interior» y en el mensaje del Espíritu Santo en el corazón de los creyentes en
detrimento de las Escrituras.
También en contra de la
Iglesia Romana, los reformadores defendieron la claridad de las Escrituras. No
negaron el que la Escritura encierra misterios demasiado profundos para el
entendimiento humano, pero afirmaron que la Biblia nos da todo el conocimiento
necesario para la salvación.
Este conocimiento aun
cuando no Se halla con igual claridad en cada una de las páginas de la Biblia,
nos es dado de tal forma, que cualquiera que sinceramente busca la salvación de
su alma puede obtenerlo por sí mismo y no necesita fiar de la interpretación de
la Iglesia o el clero.
Finalmente, defendieron
la suficiencia de las Escrituras, es decir, negaron la necesidad de la
Tradición que la Iglesia Católica Romana mantiene, o la luz interior que
preconizaban los Anabaptistas.
TEXTOS
PARA APRENDER DE MEMORIA: LA CLARIDAD DE LA ESCRITURA
1. Sal. 19:7b. “El testimonio de Jehová es fiel, que hace
sabio al pequeño”
2. Salmo 119:105. «Lámpara es a mis pies tu palabra, y
lumbrera a mi camino.» Y el v. 130, «El principio de tus palabras alumbra; hace
entender a los simples».
LA
NECESIDAD DE LA BIBLIA / LA SUFICIENCIA DE LA ESCRITURA
1. 2 Tim. 3: 15. «Y que desde la niñez has sabido las
Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe
que es en Cristo Jesús».
CONCLUSIÓN
APLICACIONES PRÁCTICAS DE LA SUFICIENCIA DE LAS
ESCRITURAS
La doctrina de la suficiencia de
Escrituras tiene varias aplicaciones prácticas a nuestra vida cristiana.
La siguiente lista tiene el propósito
de ser útil pero no exhaustiva.
1. La
suficiencia de la Biblia debe animarnos al tratar de descubrir lo que Dios
quisiera que pensemos (en cuanto a algún asunto doctrinal en particular) o que
hagamos (en una situación en particular).
Debemos sentirnos animados porque todo
lo que Dios quiere decimos respecto a ese asunto se halla en la Biblia. Esto no
quiere decir que la Biblia responda a todas las preguntas que podamos concebir,
porque «Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios» (Dt 29: 29); pero sí
significa que cuando nos vemos frente a un problema de importancia genuina en
nuestra vida cristiana, podemos acercarnos a la Biblia con la confianza de que
en ella Dios nos proveerá dirección en ese problema.
Habrá, por supuesto, ocasiones cuando
la respuesta que hallamos es que la Biblia no dice nada directamente sobre
nuestra pregunta. (Este sería el caso, por ejemplo, si tratamos de hallar en la
Biblia cuál es el «orden del culto» que debemos seguir los domingos por la
mañana, o si es mejor arrodillarse o tal vez ponerse de pie cuando oramos, o a
qué hora debemos servirnos nuestras comidas durante el día, etc.).
En esos casos, podemos concluir que
Dios no nos exige que pensemos o que actuemos de cierta manera respecto a ese
asunto (excepto, tal vez, en términos de principios más generales respecto a
nuestras actitudes y metas). Pero en muchos otros casos hallaremos dirección
directa y clara del Señor para capacitarnos para «toda buena obra» (2ª Ti
3:17).
Conforme avanzamos en la vida, la
práctica frecuente de buscar en la Biblia dirección resultará en una capacidad
creciente de hallar respuestas precisas, formuladas cuidadosamente, a nuestros
problemas y preguntas. El crecimiento a lo largo de la vida en la comprensión
de la Biblia incluirá, pues, crecimiento en la habilidad de entender
apropiadamente las enseñanzas de la Biblia y aplicarlas a cuestiones específicas.
2. La
suficiencia de la Biblia nos recuerda que no debemos añadirle nada a la Biblia
y que no debemos darle a otro escrito igual valor que a la Biblia. Casi toda
religión falsa o secta viola este principio. Los mormones, por ejemplo, aducen
creer en la Biblia, pero también conceden autoridad divina a El Libro de
Mormón.
Los que siguen la Ciencia Cristiana
similarmente aducen creer en la Biblia, pero en la práctica consideran que el
libro Ciencia y salud con clave a la Biblia por Mary Baker Eddy, está a la par
de la Biblia y por encima de ella en autoridad. Puesto que estas afirmaciones
violan los mandamientos de Dios de no añadir a sus palabras, no debemos pensar
que en estos escritos se pueda hallar alguna palabra adicional de Dios para
nosotros.
3. La Suficiencia
De La Biblia También Nos Dice Que Dios No Nos Exige Que Creamos Nada En Cuanto
A Sí Mismo O Su Obra Redentora Que No Se Halla En La Biblia.
Entre los escritos de la época de la
iglesia primitiva hay algunas colecciones de dichos que supuestamente dijo
Jesús y que no fueron preservados en los Evangelios. Es probable que por lo
menos algunos de estos «dichos de Jesús» que se halla en esos escritos sean en
realidad registros precisos de cosas que Jesús en efecto dijo (aunque ahora
para nosotros es imposible determinar con algún alto grado de probabilidad
cuáles serían esos dichos).
Pero en realidad no importa para nada
en nuestra vida cristiana que jamás leamos alguno de esos dichos, porque Dios
ha hecho que se anote en la Biblia todo lo que necesitamos saber de las
palabras y obras de Jesús a fin de confiar en él y obedecerle perfectamente.
Aunque estas colecciones de dichos tienen algún valor limitado en la
investigación lingüística y tal vez para el estudio de la historia de la
iglesia cristiana, no tienen ningún valor directo para nosotros para aprender
lo que debemos creer en cuanto a la vida y enseñanzas de Cristo, o para
formular nuestras convicciones doctrinales y éticas.
4. La
Suficiencia De La Biblia Nos Muestra Que No Debemos Colocar Ninguna Revelación
Moderna De Dios En Nivel Igual De Autoridad Al De La Biblia.
En varias ocasiones en toda la historia
de la iglesia, y particularmente en el movimiento carismático moderno, ha
habido quienes han aducido que Dios ha dado revelaciones por medio de ellos
para beneficio de la iglesia. Sin embargo, como quiera que evaluemos tales
afirmaciones debemos tener cuidado de nunca permitir (ni en teoría ni en la
práctica) que se coloquen tales revelaciones a igual nivel que la Biblia.
Debemos insistir en que Dios no nos
exige que creamos nada en cuanto a sí mismo o su obra en el mundo que esté
contenido en esas revelaciones pero no en la Biblia; y debemos insistir que
Dios no nos exige que creamos u obedezcamos ninguna directiva moral que nos
venga mediante tales medios pero que la Biblia no confirma.
La Biblia contiene todo lo que
necesitamos que Dios nos diga para confiar en él y obedecerle perfectamente.
También se debe notar en este punto que siempre que han surgido desafíos a la
suficiencia de la Biblia en forma de otros documentos que se pretende colocar
junto a la Biblia (sea de literatura cristiana extra-bíblica del primer siglo o
de las enseñanzas acumuladas de la Iglesia Católica Romana, o de libros de
sectas como el Libro de Mormón), el resultado siempre ha sido:
(1)
Restarle énfasis a las enseñanzas de la Biblia misma y;
(2)
Empezar a enseñar algunas cosas que son contrarias a la Biblia.
5. Con
Respecto A Vivir La Vida Cristiana, La Suficiencia De La Biblia Nos Recuerda
Que Nada Es Pecado Si No Está Prohibido Por La Biblia Bien Sea Explícitamente O
Por Implicación.
Andar en la ley de Dios es ser
«perfecto» (Sal 111: 1). Por consiguiente no debemos añadir prohibiciones a las
que ya se indican en la Biblia. De tiempo en tiempo puede haber situaciones en
las que podría estar mal, por ejemplo, que el creyente tome café o Coca-Cola, o
que vaya al cine, o que coma carne ofrecida a los ídolos (vea 1ª Co 8-10), pero
a menos que se pueda mostrar alguna enseñanza específica o algún principio
general de la Biblia que prohíba estas cosas (o cualquier otra actividad) para
todos los creyentes, de todos los tiempos, debemos insistir que estas
actividades no son pecado en sí mismas y que Dios no prohíbe esas cosas en toda
situación para su pueblo.
Este es también un principio importante
porque siempre hay en los creyentes una tendencia a empezar a descuidar la
búsqueda diaria regular en la Biblia de dirección y empezar a vivir según un
conjunto de reglas escritas o tácitas (o tradiciones denominacionales) respecto
a lo que uno hace o no hace en la vida cristiana.
Es más, siempre que añadimos algo a la
lista de pecados que prohíbe la Biblia misma, se le hace daño a la iglesia y a
la vida de los creyentes como individuos. El Espíritu Santo no dará poder para
la obediencia a reglas que no tienen aprobación de Dios en la Biblia, ni
tampoco los creyentes en general hallarán deleite en la obediencia a
mandamientos que no están de acuerdo con las leyes de Dios escritas en sus
corazones.
En algunos casos los creyentes pueden
repetida y fervientemente suplicarle a Dios «victoria» sobre supuestos pecados
que en realidad no son pecados de ninguna manera, y sin embargo no se les dará
ninguna «victoria», porque la actitud o acción en cuestión no es un pecado y no
desagrada a Ojos. Gran desaliento en la oración y frustración en la vida
cristiana puede ser generalmente el resultado.
En otros casos lo que resulta es la
desobediencia continuada o incluso creciente a estos nuevos «pecados», junto
con un falso sentido de culpa y alejamiento de Dios. A menudo surge una
creciente insistencia rígida y legalista a estas nuevas reglas de parte de los
que en efecto las siguen, y la comunión genuina entre los creyentes en la
iglesia disminuye.
A menudo la evangelización queda
sofocada, porque la proclamación silenciosa del evangelio que resulta de la
vida de los creyentes por lo menos parecerá (a los de afuera) que incluye el
requisito adicional de que uno debe encajar en este patrón uniforme de vida a
fin de llegar a ser miembro del cuerpo de Cristo.
Un claro ejemplo de tales adiciones a
los mandamientos de la Biblia se halla en la oposición de la Iglesia Católica
Romana a los métodos «artificiales» del control de nacimientos, oposición que
no tiene ningún respaldo válido en la Biblia. El resultado ha sido una
desobediencia ampliamente extendida, alejamiento y culpa falsa.
Sin embargo es talla propensión de la
naturaleza humana a hacer tales reglas que probablemente se podría hallar otros
ejemplos en tradiciones escritas o tácitas de casi cualquier denominación.
6. La
Suficiencia De La Biblia También Nos Dice Que Dios No Nos Exige Nada Que No
Esté Ordenado En La Biblia Explícitamente O Por Implicación.
Esto nos recuerda que el enfoque de
nuestra búsqueda de la voluntad de Dios debe estar en la Biblia, antes que en
buscar dirección mediante oración por circunstancias cambiadas o sentimientos
alterados, o dirección directa del Espíritu Santo aparte de la Biblia. También
quiere decir que si alguien aduce tener un mensaje de Dios diciéndonos lo que
debemos hacer, nunca debemos dar por sentado que es pecado desobedecer tal
mensaje a menos que pueda quedar confirmado por la aplicación de la misma
Biblia a nuestra situación.
El descubrimiento de esta gran verdad
podría dar tremenda alegría y paz a la vida de miles de creyentes que, gastando
incontables horas procurando hallar la voluntad de Dios fuera de la Biblia, a
menudo no tienen certeza de si la han hallado.
Es más, muchos creyentes hoy tienen
escasa confianza en su capacidad para descubrir la voluntad de Dios con algún
grado de certeza. Así que hay escaso esfuerzo por hacer la voluntad de Dios
(porque, ¿quién puede saberla?) y poco crecimiento en santidad delante de Dios.
Lo opuesto debería ser la verdad. Los
creyentes que están convencidos de la suficiencia de la Biblia deberían empezar
anhelantemente a buscar y hallar la voluntad de Dios en la Biblia. Deberían con
anhelo y regularmente crecer en obediencia a Dios, y experimentar gran libertad
y paz en la vida cristiana.
Entonces podrían decir con el salmista:
Por toda la eternidad obedeceré fielmente tu ley. Viviré con toda libertad,
porque he buscado tus preceptos. Los que aman tu ley disfrutan de gran
bienestar, y nada los hace tropezar (Sal 119: 44-45, 165).
7. La
Suficiencia De La Biblia Nos Recuerda Que En Nuestra Enseñanza Doctrinal Y
Ética Debemos Hacer Énfasis En Lo Que La Biblia Hace Énfasis Y Estar Contentos
Con Lo Que Dios Nos Ha Dicho En La Biblia.
Hay algunos temas respecto a los cuales
Dios nos ha dicho muy poco o nada en la Biblia. Debemos recordar que «lo
secreto le pertenece al Señor nuestro Dios» (Dt 29:29) y que Dios nos ha
revelado en la Biblia exactamente lo que consideró apropiado para nosotros.
Debemos aceptar esto y no pensar que la
Biblia es algo menos de lo que debería ser, ni empezar a desear que Dios nos
hubiera dado mucha más información en cuanto a temas sobre los cuales hay muy
pocas referencias bíblicas. Por supuesto, habrá algunas situaciones en las que
nos vemos confrontados con un problema en particular que requiere gran
atención, mucho más que el énfasis que recibe en la enseñanza de la Biblia.
Pero esas situaciones deben ser
relativamente infrecuentes y no deberían ser representativas del curso general
de nuestras vidas o ministerios.
Es característica de muchas sectas
martillar porciones o enseñanzas oscuras de la Biblia (uno piensa en el énfasis
mormón en el bautismo por los muertos, tema que se menciona sólo en un
versículo de la Biblia [1ª Co 15: 21], en una frase cuyo significado exacto
ahora es evidentemente imposible de determinar con certeza).
Pero un error similar lo cometió toda
una generación de eruditos liberales del Nuevo Testamento en la primera parte
del siglo pasado, que dedicaron la mayor parte de su vida académica a una
búsqueda inútil de las fuentes «detrás» de nuestras narraciones presentes de
los Evangelios o la búsqueda de los «auténticos» dichos de Jesús.
Desdichadamente, un patrón similar ha
tenido lugar demasiado a menudo entre evangélicos dentro de varias
denominaciones. Los asuntos doctrinales que han dividido a las denominaciones
protestantes evangélicas entre sí casi uniformemente han sido asuntos sobre los
cuales la Biblia pone relativamente poco énfasis, y asuntos en los cuales
nuestras conclusiones se deben derivar de inferencia hábil mucho más que de
afirmaciones bíblicas directas.
Por ejemplo, ha habido o se han
mantenido diferencias denominacionales respecto a la forma «apropiada» de
gobierno de la iglesia, la exacta naturaleza de la presencia de Cristo en la
Cena del Señor, la secuencia exacta de los eventos que rodearán el retomo de
Cristo, el tipo de personas que se deben admitir en la cena del Señor, la
manera en que Dios planeó que los méritos de la muerte de Cristo se apliquen a
los creyentes y no a los que no creen, los candidatos apropiados para el
bautismo, la correcta comprensión del «bautismo en el Espíritu Santo»,
etcétera.
No debemos decir que estos asuntos no
tienen ninguna importancia, ni tampoco debemos decir que la Biblia no dé
solución a ninguno de ellos.
Sin embargo, puesto que todos estos
temas reciben relativamente escaso énfasis directo en la Biblia es irónico y
trágico que dirigentes denominacionales a menudo dediquen gran parte de su vida
a defender precisamente puntos doctrinales menores que hacen a sus
denominaciones diferentes de otras. ¿Está realmente tal esfuerzo motivado por
el deseo de lograr unidad de comprensión en la iglesia, o acaso pudiera brotar
en alguna medida del orgullo humano, de un deseo de retener poder sobre otros,
o de un intento de auto justificación, lo cual desagrada a Dios y a la larga no
edifica para nada a la iglesia?
Gracias A Todos Los Hermanos Y Amigos
De Diferentes Congregaciones, Se Despide Biblia Doctrina Y Mensaje, Obrero
Peregrino, La Iglesia Bíblica Visible, El Amor Que Vale Todo, y Construyendo
Teología. Dios Los Bendiga Amén.
LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA
Esta Historia de la iglesia cristiana es
vívida y ardientemente evangélica. Condensado en unas cuantas páginas, en
comparación con otros, se halla el luminoso relato de la institución más
poderosa que ha bendecido a la humanidad. Aquí tenemos un volumen que es a la
vez una historia para el lector en general y un libro de texto para el
estudiante. Debiera tener gran demanda entre las Escuelas Dominicales y las
Sociedades de Jóvenes.
Centenares de clases y grupos
estudiantiles encontrarán en ella un volumen ideal para un curso especial de
estudio. Suplirá a los pastores del material para desarrollar un buen número de
temas interesantes para las reuniones que se celebran a mediados de semana, y
proporcionará inspiración para otras tantas reuniones de jóvenes. Reconozco la
necesidad casi imperiosa de un libro como este, precisamente ahora. De un modo
superficial hombres y mujeres con motivaciones religiosas procuran alcanzar
ahora un conocimiento más completo en cuanto al fundamento de su fe y a los
primeros acontecimientos en la vida de la comunidad cristiana que, aunque
olvidados o desconocidos, todavía afectan vitalmente nuestras presentes
relaciones religiosas y sociales. Aquí, en pocas páginas, se contesta con
sabiduría y de una manera práctica cualquier pregunta que pudiera hacerse en
cuanto a la iglesia en general y sus partes constituyentes. Con las preguntas
surge una corriente emocional de página en página que hace amena la lectura.
Daniel A Poling
PREFACIO
En lo que respeta a la preparación de un
libro encaminado a pre-sentar en un número limitado de páginas la historia de
una institución que ha existido durante veinte siglos, que se ha esparcido por
todos los continentes de la tierra, que ha contado con grandes líderes y cuyo
poder ha influido en millones incalculables de personas, el primer requisito es
la adquisición de una perspectiva adecuada. En otras palabras, se debe tener la
capacidad de reconocer cuáles fueron los acontecimientos y los líderes más
relevantes, a fin de que se destaquen en la narración, como montañas en la
llanura, y procurar omitir las disposiciones y los hombres de importancia
secundaria, sin tener en consideración la influencia que al parecer ejercieron
en su época. Las controversias en cuanto a doctrinas de difícil comprensión que
con-movieron sucesivamente a la iglesia, provocando en ella profundos cismas,
parecen ser, en su mayoría, de escasa importancia en la actualidad. Solo se
bosquejaron las controversias de mayor envergadura.
Aun así, esto se ha hecho a grandes
rasgos. En este manual son de interés básico el espíritu que animaba la
iglesia, su tendencia, las causas que condujeron a acontecimientos de
importancia histórica y, finalmente, la proyección y transcendencia de estos
sucesos. Durante la preparación de este volumen, constantemente se han tenido
en cuenta dos grupos distintos de personas y se ha procurado adaptarlo a los
deseos de ambos. A fin de que fuera un libro de texto para los estudiantes, ya
sea en el estudio individual o en clases, esta obra se bosquejó con mucho
cuidado. Además, las divisiones y subdivisiones se detallan al principio de
cada período general. Se ha procurado una narración uniforme, ininterrumpida
por el título de los temas, a fin de que se lea como si fuera una historia. Si
así lo desea, el lector puede seguir el bosquejo, pero no está obligado a ello.
De esta manera se ha tratado de presentar, en un estilo ameno e interesante, un
libro que sea exacto en sus declaraciones y que destaque los acontecimientos
sobresalientes y a los líderes más ilustres. Jesse Lyman Hurlbut
LOS SEIS PERIODOS DE LA
HISTORIA
Antes de adentrarnos en un estudio
detallado de los diecinueve siglos en que la Iglesia de Cristo ha trabajado,
situémonos imaginariamente sobre la cumbre de la visión y contemplemos, como en
un paisaje, todo el campo que paso a paso tenemos que recorrer. Desde el punto
de vista actual, en este asombroso siglo veinte, dirigimos la vista hacia el
pasado y vemos elevarse aquí y allá sobre las planicies del tiempo, cual
sucesivas cumbres, los grandes acontecimientos de la historia cristiana que
sirven como puntos divisorios y que señalan, cada uno de ellos, la terminación
de una época y el principio de otra. Enumeramos estos puntos decisivos y
hallamos que son seis. Se tratan de los seis grandes períodos en la historia de
la iglesia. En este capítulo inicial demos una ojeada general a estos períodos.
La cumbre que marca el punto de partida de la Iglesia de Cristo es el Monte de
los Olivos, no muy lejos del muro oriental de Jerusalén. Aquí Jesucristo, cerca
del año 30 d.C., después de resucitar de la tumba en el huerto, dio sus últimos
mandamientos y luego ascendió a su trono celestial.
Una pequeña compañía de judíos creyentes
en su Señor ascendido como Mesías-Rey de Israel, se detiene por algún tiempo en
Jerusalén, sin pensar para nada al principio en una iglesia fuera de los
límites del judaísmo. Sin embargo, poco a poco ensanchan sus conceptos y
ministerio hasta que la visión incluyó llevar a todo el mundo a los pies de
Cristo. Bajo la dirección de San Pedro, San Pablo y sus sucesores inmediatos,
la iglesia se estableció en el marco de dos generaciones en casi todos los
países desde el Éufrates hasta el Tíber y desde el Mar Negro hasta el Nilo. El
primer período termina con la muerte de San Juan, el último de los doce
apóstoles sobre la tierra. Según se dice, su fallecimiento ocurrió alrededor
del año 100 d.C. A esta época la llamamos "Período de la Edad
Apostólica".
Durante el tiempo que siguió a la Edad
Apostólica, período que abarcó más de doscientos años, la iglesia estuvo bajo
la espada de la persecución. Fue así que durante todo el siglo segundo, el
siglo tercero y parte del siglo cuarto, el más poderoso imperio de la tierra
ejerció todo su poder para destruir lo que llamaban "la superstición cristiana".
Durante siete generaciones, un noble ejército de mártires, por centenares de
millares, alcanzó su corona bajo los rigores del hacha, las fieras en la arena
y la ardiente hoguera. Con todo, en medio de la más implacable persecución, los
seguidores de Cristo crecieron en número hasta que comprendían, en público o en
privado, casi la mitad de la población del Imperio Romano. Por último, un
emperador cristiano ascendió al trono y mediante su edicto contuvo la oleada de
matanzas.
Es evidente que los cristianos, por
tanto tiempo oprimidos, al parecer de un solo salto pasaron de la prisión al
trono. Esto se debió a que la iglesia perseguida llegó a ser la iglesia
imperial. La cruz ocupó el lugar del águila como estandarte de la nación y
convirtieron al cristianismo en religión del Imperio Romano. Una capital
cristiana, Constantinopla, se levantó y desplazó a la antigua Roma. Sin
embargo, cuando Roma dejó de ser pagana, empezó a levantarse como la capital de
la iglesia. Las hordas bárbaras abatieron al Imperio Romano Occidental, pero a
estos conquistadores los conquistó la iglesia y fundaron en Europa, no ya
naciones paganas, sino cristianas. Con la caída del Imperio Romano Occidental
empieza el período de mil años conocido como la Edad Media. En sus inicios Europa
se encontraba en un caos. Un continente de tribus que no lo restringía ningún
poder central. Sin embargo, luego se organiza gradualmente en reinos. Vemos al
obispo romano, como papa, haciendo esfuerzos por dominar no solo la iglesia,
sino también al mundo. Asimismo, la religión y el imperio de Mahoma tratan de
conquistar todos los países del cristianismo primitivo.
Vemos, también, el establecimiento del
Santo Imperio Romano y a sus emperadores guerreando con los papas. Observamos
el movimiento romántico de las cruzadas en el vano esfuerzo por arrebatar
Tierra Santa de sus dueños musulmanes. El despertamiento de la Europa con la
promesa de una próxima reforma en la nueva era. Así como el final de la
historia antigua con la caída de Roma y la historia medieval con la caída de
Constantinopla.
Después del siglo quince, durante el
cual despertó Europa, dio inicio el siglo dieciséis con la reforma de la
iglesia. En esta etapa vemos a Martín Lutero clavando su declaración sobre la
puerta de la catedral, haciendo su defensa ante el emperador y los nobles de
Alemania y rompiendo los grillos de la conciencia de los hombres. Vemos a la
iglesia de Roma dividida en dos debido a los pueblos de la Europa
septentrional, quienes fundan sus propias iglesias nacionales de un carácter
más puro. Sin embargo, también vemos el surgimiento de una Contrarreforma que
comenzó en los países católicos y que frena el progreso de la Reforma.
Finalmente, después de los terrores de una guerra civil de treinta años en
Alemania, por la paz de Westfalia de 1648 se trazan permanentemente las líneas
entre las naciones católico-romanas y las naciones protestantes. Asimismo
estudiaremos los hechos más sobresalientes de los grandes movimientos que
estremecieron a las iglesias y al pueblo en los últimos tres siglos en
Inglaterra, Europa y América: puritano, Wesleyano, racionalista, anglo
católico.
Así como los movimientos misioneros
modernos que han contribuido a la edificación de la iglesia de nuestros
tiempos, que la han hecho, no obstante sus centenares de formas y nombres, en
la iglesia a través de todo el mundo. Notaremos también el gran cambio que
gradualmente ha transformado al cristianismo en los siglos diecinueve y veinte.
Cambio que lo ha llevado a ser una poderosa organización, no solo para la
gloria de Dios, sino también para el servicio de los hombres en reformas, en
elevación social, en esfuerzos activos para el mejoramiento de la humanidad.